Carteristas. Su modus operandi en La Habana

Noticias de Cuba / Según el testimonio de pasajeros que temen publicar su nombre en la prensa

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Cubamatinal /  «El Coto de Caza» de los carteritas son los ómnibus, casi siempre atestados de pasajeros que se apelotonan en pie. Las autoridades no se interesan, los choferes los conocen, pero temen represalias y al ciudadano honrado que los denuncia le cortan la cara.

Por Jaime Leygonier

La Habana, 7 de noviembre de 2018/ CM/ Anna, estudiante de Ciencias Médicas: “-Ocurrió en la ruta P8, era día de cobro de la pensión de jubilación, una joven vio que robaban la cartera  a un anciano y lo alertó. Al acercarse ella a la puerta, en una parada, el carterista le pasó rápidamente la mano por la cara, diciéndole: -¡Vaya! Pa que nunca te olvides de mí y se bajó. Ocultaba entre sus dedos una cuchilla de maquinita de afeitar”.

Santiago, profesor retirado: “-La única vez que me carterearon, a principios de los 2000, cogí una guagua de la ruta 27 en la Esquina de Tejas, estaba muy llena y no pasé del estribo, donde viajaban dos hombres grandes, de raza negra, quienes me cedieron el paso. Ante la alcancía, estaba plantada una negrita joven que me quedo delante y me pegó su trasero, bien chico por cierto”.

Anna: “-Con la cuchilla oculta le cortó la cara a la joven, quien sangró mucho. El chofer desvió la guagua– así llaman en Cuba a los ómnibus- hasta un policlínico para que atendieran a la herida. Ella decía: -Nunca pensé que me iba a hacer nada”.

María Emilia, ama de casa: “-Ocurrió hace años a mi prima Ileana, en un P6, advirtió a voces que había un carteristas y se bajó en la parada del Parque Finlay, como para cederle el paso, se bajó , un negro grande, y, sonriendo, le acarició la mejilla, diciéndole: ‘-Muchacha, no te metas en problemas’, y se fue”.

Pepe, chofer de ómnibus retirado: “-¡Claro que sabemos quiénes son los carteristas!; pero hace muchísimos años que ningún chofer se atreve a denunciarlos. Ninguno quiere que lo esperen de noche a la salida del paradero, le den una paliza y lo corten”.

María Elena: “-Mi prima se sintió amenazada por aquel tipo que le acarició la mejilla y también se alejó por el parque, sin darse cuenta de lo sucedido hasta que a poco sintió mojada su cara, se secó con el pañuelo y lo vio manchado de sangre”; el “pala”, le había hecho varios cortes”.

Pepe, chofer: “-Una vez, al final del viaje, uno me ofreció dinero: ‘-Toma un regalito’, le dije: -No, no hace falta. Generalmente, se quedan en las puertas, estorbando el paso a los que suben y bajan. Algunos distraen a sus víctimas con una mujer que se les para delante y se les pega, la víctima cree que le cayó un regalo, se pega también y, excitado, no advierte que le sacan la cartera”.

Santiago, profesor. “-Yo soy un hombre decente y viejo, no un ‘jamonero’ -bajamanero- de guagua, la negrita, de espaldas ante mí, empinó lo poco que tenía, viró la cara y me sonrió muy falsa. Yo, me aparté molesto; pero sus acciones bastaron para distraerme mientras alguno de los que estaban atrás, me cartereaba. No lo supe hasta que llegué a mi casa”.

Pepe: “-El carterista trabaja con uno o dos ‘palas’ para los que pasa lo que roban, asi  que no le encuentren lo robado encima. En caso de verse en peligro sin que haya podido pasarle a otro la billetera robada, la tira por la ventanilla”.

Fernanda, anciana, ama de casa: “-Me carterearon en una guagua, en la Calzada de Diez de Octubre, cuando llevaba bajo el brazo una gran ‘jaba’ – bolsa, voz aborigen.-,  al bajarme en la  parada de la Iglesia de Jesús del Monte, nada noté; en la casa vi que la jaba estaba cortada; así me sacaron el monedero y lo que más sentí fue perder los espejuelos y los carnets”.

Refieren casos en que cortaron el bolsillo de la camisa o del pantalón para robar.

Reginaldo, pintor:

“-Hace años, me carterearon en la ruta 27; subí con mi hija y casi a la entrada, delante de ella, dos tipos empezaron a pelearse. En casa encontré que me había cartereado mientras preocupado por mi hija, atendía a aquella discusión seguramente fingida”.

Los extranjeros son víctimas predilectas: Refieren fieles, que al fraile mercedario mexicano Francisco Márquez, párroco de Jesús del Monte desde el 2015 al 2018, lo carterearon en cuatro ocasiones en la guagua durante sus tres años de estancia en La Habana.

Para colmo a su primera pisada en la Parroquia, se encontró con que el anterior párroco, Pr. Luis Alberto Formoso,no le hizo entrega de los bienes, como corresponde  legalmente, el antiguo inventario había desaparecido y barrió con muebles del siglo XIX, imágenes del templo,ollas y cubiertos. Con la anuencia del entonces Arzobispo de La Habana, cardenal Jaime Ortega y los oídos sordos a las quejas del actual Arzobispo S,E,R, Juan de la Caridad. Pero eso no es carterismo sino delito mayor de administracion de bienes.

Pepe: “Mucha gente es víctima porque ignora cómo trabajan los carteristas. En Cuba, el Estado prohibió hace mucho la ‘crónica roja’ y, como la prensa no publica los delitos, la gente no sabe a qué está expuesta. Los policías se desentienden y hasta no aceptan las denuncias; alegando que corresponde presentarlas en otra jurisdicción policial de las varias del recorrido de la ruta. Ni siquiera devuelven los carnets que los ladrones tiran en la calle”.

Fernanda: “El Gobierno debiera hacer algo”.

Pepe: ”Si la Policia quisiera, con unos pocos días de vigilancia podría averiguar quiénes son y acabar con el carterismo en La Habana”.

Santiago: “No les interesa; los del Gobierno y sus hijos no montan en guagua”.

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2) Portal de Diez de Octubre 818, año 2013 - Foto J. Leygonier.

Periodista independiente, con una amplia producción en diferentes medios de la prensa independiente y el exilio. Escritor, ex profesor (expulsado por sus acciones políticas), fue condenado a tres años de privación de libertad en 1990 por el supuesto delito de “propaganda enemiga”, con anterioridad expulsado de la carrera de Historia en la Universidad de La Habana por no renegar del catolicismo.

Reside en Cuba y se mantiene activo en la prensa independiente, incluido el periodismo de investigación.

© Jaime Leygonier

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