Avanzar con paso leve en el Museo Thyssen-Bornemisza

Cartas a Ofelia / Crónicas hispanas

Foto: El Museo Thyssen-Bornemisza

Cubamatinal/ Madrid, 30 de septiembre de 2020.

Querida Ofelia:

La exposición Avanzar con paso leve es una oportunidad única para repensar los retos planteados por la crisis de la COVID-19 en términos de apoyo a la comunidad artística, planteando dos cuestiones: cómo continuar con los encargos a artistas -parte fundamental del trabajo que TBA21 ha desarrollado durante las últimas dos décadas- de una manera más cuidadosa y relevante en las circunstancias actuales, y cómo podemos desafiar el concepto de institución para construir una que sea capaz de transformarse y adaptarse de manera orgánica a escenarios cambiantes.

El museo y TBA21 quieren explorar estas cuestiones a través de una exposición en la que se presentan obras creadas específicamente para la misma junto con otros trabajos producidos para st_age, una nueva plataforma digital que nace en septiembre. La muestra es una versión física y ampliada de los proyectos desarrollados para el ámbito digital.

st_age es un espacio digital que aspira a ser una invitación a artistas, instituciones, profesionales y activistas a conectar de manera conjunta con el momento actual, que ha puesto de manifiesto muchas urgencias que necesitan ser abordadas. Una plataforma digital iniciada para presentar obras de nueva producción y generar discurso crítico para hacer frente a la pérdida cultural derivada del contexto actual, profundizando en algunos de los temas más relevantes y urgentes del momento. Un nuevo proyecto con el que se busca ofrecer apoyo y refugio, al mismo tiempo que establecer un contexto para el debate y la colaboración entre diferentes disciplinas y generaciones.

La exposición también nos acerca a un espectro muy amplio de la práctica artística contemporánea a través del trabajo con los artistas en sus comunidades y desde geografías diferentes. st_age les invita a imaginar posibles futuros, y pensar cómo podríamos resituarnos en este nuevo escenario; es una llamada al cambio y a la acción a través de una serie de temas que articulan tanto la exposición como la plataforma digital y que van desde “políticas del habla y del silencio” hasta “espacios de aprendizaje inesperados”.

Estas reflexiones han propiciado la unión de fuerzas con una serie de instituciones internacionales —de la Bienal de Shanghái en China a FLORA ars+natura en Colombia—, con las que se seguirán explorando todas estas ideas. Las voces de esos colaboradores estarán presentes en la exposición a través de las obras que han comisariado para el sitio web y de las actividades relacionadas que se harán eco de estas cuestiones que son el punto de partida de la exposición.

Artistas de la muestra: Dana Awartani, Patricia Domínguez, Dorine Mohka, Courtney Desire Morris, Naufus Ramírez Figueroa, Christian Salablanca Díaz, Yeo Siew Hua, Himali Singh Soin, y Daniel Steegmann Mangrané (entre otros).

Avanzar con paso leve. Del 6 de octubre al 13 de diciembre 2020. Museo Thyssen-Bornemisza. Sala de exposiciones temporales (planta -1).

Un gran abrazo desde nuestra querida y culta España,

Félix José Hernández.

Diez obras del Museo de Escultura de Valladolid en el Museo Thyssen-Bornemisza

Cartas a Ofelia / Crónicas hispanas 

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Imagen: Atribuido a Felipe Bigarny (Felipe de Borgoña). San Marcos (Los cuatro Evangelistas), 1501-1525. Museo Nacional de Escultura, Valladolid

 

Cubamatinal / Madrid, 24 de marzo de 2019.

Querida Ofelia:

El Museo Nacional Thyssen-Bornemisza presenta hasta el 16 de junio de 2019 una selección de diez obras procedentes del Museo Nacional de Escultura de Valladolid. Las piezas se integran, por coincidencias temáticas o temporales, con las obras de la colección permanente siguiendo un itinerario que recorre las salas de la segunda planta.

Así, una talla de San Marcos (1501-1525), atribuida a Felipe Bigarny, dialoga en la sala 2 con una pintura dedicada al mismo santo del alemán Gabriel Mälesskircher. Se trata de una pieza en madera policromada en la que San Marcos aparece sentado en un atril, acompañado del león y concentrado en la redacción de las Sagradas Escrituras. Su figura se enmarca en un fondo arquitectónico donde resalta la riqueza de la decoración vegetal.

Entre las obras neerlandesas, en la sala 3, se expone una escultura anónima de San Adrián (1501-1525), un santo vinculado a localidades del norte de Francia y la región de Gante. Oficial del ejército de Maximiliano, entre sus atributos están la espada, la llave -que alude a los carceleros de quienes es patrón-, y la indumentaria de guerrero. La talla, en madera policromada, se ha relacionado con otras ejecutadas en los Países Bajos meridionales donde se registran características propias del Renacimiento italiano, como el rostro idealizado o la estilización de las telas.

En la sala 6, Santa Catalina de Alejandría (hacia 1683-1687), del círculo de Aniello Perrone, ofrece un magnífico ejemplo de escultura religiosa barroca, donde cada detalle desprende dinamismo y movimiento.

En la sala siguiente, frente a un tondo de Beccafumi, se ha instalado la Sagrada Familia con san Juanito (hacia 1535), atribuido a Gabriel Joly, un altorrelieve de gran belleza tanto por la colocación de las figuras como por sus gestos y miradas. Sus líneas curvas delatan que pudo ser concebido como un tondo integrado en un conjunto más amplio.

Santa Ana, la Virgen y el Niño (hacia 1515), de un artista vinculado a la ciudad de Limburgo, se exhibe en la sala 8, donde el mismo tema aparece en el tríptico de Hans Suess Kulmbach. Es una escultura que se aleja de la tradición medieval al abordar el tema mariano con un alto grado de realismo e intimidad.

En la sala 9, un busto anónimo en piedra caliza del Emperador Carlos V de joven (hacia 1520) se mide con el retrato que Lucas Cranach el Viejo pintó en 1533. A pesar de que la obra sigue la tipología del busto florentino, el rostro está esculpido con un lenguaje realista cercano al arte flamenco. El Emperador porta el Toisón de Oro, símbolo de su poder y la fecha de ejecución coincide con la de su coronación en Aquisgrán.

En la sala 10, junto a una obra de Joss van Cleve con el mismo tema, se expone un Niño Jesús (1634-1667) atribuido a Alonso Cano. La pieza es un excelente ejemplo de las obras devocionales de pequeño formato que se hicieron muy populares en Sevilla a finales del siglo XVI.

En la sala 14 está la Cabeza de un apóstol (1667-1700), de Pedro Roldán. Se trata de una pieza de bastidor, en las que se tallaban cabeza, manos y pies mientras que el cuerpo se cubría con ricos ropajes.

Con La Virgen y el Niño con santa Rosa de Viterbo de Murillo, dialoga en la sala 15 una talla en madera policromada de Juan de Juni, San Antonio de Padua (hacia 1560-1575). El Niño Jesús se gira para mirar con ternura al santo, como ocurre entre los personajes de Murillo.

La última pieza, en la sala 19, es un Demonio de un autor anónimo del siglo XVIII que sirve de contrapunto a San Miguel expulsando a Lucifer y los ángeles rebeldes, del taller de Rubens. Como indica la postura horizontal de la figura y las señales de un anclaje antiguo, la pieza debió formar parte de un conjunto en el que se escenificaría la caída de los ángeles rebeldes.

FICHA DE LA EXPOSICIÓN

Título: Realidad y devoción. 10 obras del Museo Nacional de Escultura de Valladolid.

Proyecto organizado por el Área de Pintura Antigua del Museo Nacional Thyssen-Bornemisza.

Sede y fechas: Madrid, Museo Nacional Thyssen-Bornemisza, del 25 de marzo al 16 de junio de 2019.

Directora del proyecto: Mar Borobia, jefa del Área de Pintura Antigua.

Comisaria técnica: Mª Eugenia Alonso, Área de Pintura Antigua.

Número de obras: 10.

INFORMACIÓN PARA EL VISITANTE

Museo Nacional Thyssen-Bornemisza.

Dirección: Paseo del Prado, 8. 28014, Madrid. Salas de la colección permanente.

Horario: Lunes, de 12 a 16 horas (entrada gratuita gracias al patrocinio de Mastercard); de martes a domingos, de 10 a 19 horas.

Entrada única: Colección permanente y exposiciones temporales:

– Entrada general: 13 €

– Entrada reducida: 9 € para mayores de 65 años, pensionistas y estudiantes previa acreditación.

– Entrada gratuita: menores de 18 años, ciudadanos en situación legal de desempleo, personas con discapacidad, familias numerosas y personal docente en activo.

Venta anticipada de entradas en taquillas, en la web del Museo y en el 91 791 13 70.

Con gran cariño y simpatía desde nuestra querida y culta España,

Félix José Hernández.

Mujeres artistas de la vanguardia rusa, en el Museo Thyssen-Bornemisza

Cartas a Ofelia / Crónicas hispanas 

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Cubamatinal / Madrid 26 de marzo de 2019.

Querida Ofelia:

A comienzos del siglo XX, se fraguó un renacimiento cultural sin precedentes en el Imperio Ruso. La vida artística se llenó de exposiciones y exaltados manifiestos que combinaban influencias de corrientes vanguardistas extranjeras con aspectos genuinos de la cultura rusa. Este acontecimiento excepcional tuvo además una característica que lo diferenció del resto de los movimientos artísticos de la época: la conocida como vanguardia rusa contó con una participación femenina no solo muy numerosa, sino también extremadamente activa y relevante.

Algunas de las más destacadas artistas de este movimiento forman parte del montaje especial Pioneras. Mujeres artistas de la vanguardia rusa, que reúne una selección de 12 obras de las colecciones del museo de Natalia Goncharova, Alexandra Exter, Olga Rózanova, Nadeshda Udaltsova, Liubov Popova, Varvara Stepanova y Sonia Delaunay, además de textos, biografías y fotografías. Todas ellas crecieron y se formaron en un régimen que se aferraba a los valores de la época preindustrial y, sin embargo, se convirtieron en pioneras de la creación, difusión y defensa de los nuevos lenguajes artísticos que fascinaron y escandalizaron a partes iguales a la sociedad rusa y europea de comienzos de siglo.

Jóvenes, inteligentes, libres y rebeldes no formaron un grupo, aunque muchas de ellas se conocieron e influyeron mutuamente. Sus nombres están asociados a los diferentes movimientos que se sucedieron durante los últimos años de la Rusia de los zares y sus carreras habían alcanzado la madurez cuando, en 1917, triunfó la Revolución de Octubre. Con su ímpetu y determinación no solo consiguieron integrarse en completa igualdad en la vanguardia, sino que en muchos sentidos la lideraron, marcando un importante hito en la historia del arte.

Natalia Goncharova (Negaievo, 1881-París, 1962)

Desde sus primeras obras de finales de la década de 1900, Goncharova combinó a la perfección un interés por los movimientos de vanguardia europeos con la búsqueda de inspiración en el folclore y las raíces populares rusas. Tras esta primera fase neoprimitivista, donde se apreciaba la admiración por Gauguin y Matisse, se interesó por el cubismo y el futurismo, y finalmente desarrolló, junto a Larionov, el rayonismo. Este movimiento, basado en las teorías científicas de la luz, convertía el espacio pictórico en una reflexión sobre la acción y la refracción de los rayos lumínicos.

Alexandra Exter (Belostok, 1882-Fontenay-aux-Roses, 1949)

Alexandra Exter fue una figura clave en las conexiones entre la vanguardia rusa y las corrientes artísticas que se estaban desarrollando en Europa occidental. Su temprano interés por la escena parisiense la llevó a pasar largas temporadas en la capital francesa a partir de 1907, donde conoció entre otros a Pablo Picasso y Georges Braque. Cautivada por las posibilidades del nuevo lenguaje cubista, lo adoptó inmediatamente y se convirtió en una de sus principales embajadoras en Rusia. El contacto con el matrimonio Delaunay y con los futuristas italianos hizo que se interesara por la introducción del movimiento en sus obras y confirmó su apuesta por el color. Al estallar la Gran Guerra volvió a su país donde, atraída por la obra de Kazimir Malévich, realizó sus primeras obras no figurativas. Durante estos años inició sus colaboraciones teatrales y, a partir de 1921, diseñó moda.

lga Rózanova (Melenki, 1886-Moscú, 1918)

Rózanova está considerada una de las artistas más originales de la vanguardia rusa que destacó tanto porsu firme apuesta a favor de un arte no figurativo, como por su continua búsqueda de nuevas formas de expresión. Sus inicios estuvieron ligados al futurismo que conoció de la mano del poeta Alexei Kruchenykh, inventor del lenguaje experimental zaum. La artista no solo colaboró en el diseño de numerosas publicaciones futuristas, sino que ella misma comenzó a escribir poemas transracionales. En paralelo, pintó sus primeras obras de estilo cubofuturista, donde el color ya era su preocupación principal. Resultaron tan innovadoras, que Filippo Marinetti decidió incluirlas en la Primera Exposición Futurista Internacional de Roma, en 1914.

Nadeshda Udaltsova (Orel, 1886-Moscú, 1961)

Nadeshda Udaltsova estuvo vinculada al cubismo desde que, en noviembre de 1912, viajó junto a su amiga Liubov Popova a París. Con ella asistió a las clases de Jean Metzinger y Henri Le Fauconnier en la Académie de La Palette y, a partir de entonces, este lenguaje se convirtió en la base fundamental sobre la que construyó unas obras que se consideran la mejor manifestación de este movimiento en Rusia. Tras la Revolución de 1917, participó activamente en diversas iniciativas culturales e impartió clases. También fue miembro del Instituto Estatal de Cultura Artística (Injuk), aunque lo abandonó en 1921 por discrepancias con los artistas de la corriente constructivista, que defendían el abandono de la pintura como práctica artística.

Liubov Popova (Ivanovskoie, 1889-Moscú, 1924)

Desde muy temprano, Popova combinó su fascinación por el arte antiguo ruso con numerosos viajes familiares por toda Europa. El arte clásico italiano, en especial los fundamentos compositivos del estilo renacentista, dejaron una imborrable huella en ella. Interesada también por las corrientes artísticas contemporáneas, viajó a París en 1912 con su amiga Udaltsova, donde entró en contacto con el cubismo. Una nueva estancia en Italia le permitió conocer de primera mano el futurismo, combinando ambos lenguajes en sus obras. Posteriormente, su interés osciló entre el suprematismo y el constructivismo, aunque manteniendo siempre una clara independencia artística. En 1921, junto a otros artistas del Instituto Estatal de Cultura Artística (Injuk), renunció a la pintura de caballete e inició una importante carrera como diseñadora gráfica, textil y escenógrafa.

Varvara Stepanova ( Kaunas 1894 – Moscú 1958)

La más joven de las pioneras admiró, durante los primeros años de su carrera, a los poetas futuristas y, en 1917, comenzó a escribir poemas transracionales que se convirtieron en la base de una serie de libros manuscritos en los que, siguiendo a Rozanova, combinaba texto y formas abstractas. Su entusiasmo por el triunfo de la Revolución de Octubre, la llevó a poblar sus obras con personajes que representaban el ideal (robótico, eficiente y dinámico) de la era socialista. En septiembre de 1921, se unió al grupo de artistas que decidieron abandonar la pintura de caballete. Stepanova, única artista de su época con formación en artes aplicadas, expandió sus ideas al terreno del diseño de vestimenta y textil, a la decoración de espacios públicos y teatrales y se convirtió en una de las principales representantes del constructivismo.

Sonia Delaunay (Odesa, 1885-París, 1979)

A pesar de haber pasado la mayor parte de su vida en París, todo en la vida y la obra de Sonia Delaunay parece conectar con sus orígenes rusos. Su defensa a ultranza del color, la apuesta por la abstracción y el interés por expandir sus ideas artísticas a todos los objetos de la vida cotidiana, se asemejan enormemente a los principios estéticos que defendían muchos de sus compatriotas de la vanguardia en Rusia, con los que mantuvo contactos. En la capital francesa, Sonia pronto se convirtió en una figura clave para la vanguardia gracias a la aventura simultaneísta que emprendió junto a Robert Delaunay, su marido desde 1910. Juntos investigaron los contrastes de color y la disolución de la forma a través de la luz, lo que los encaminó a la abstracción.

El montaje se completa con un vídeo sobre la restauración de las obras Pesca (Pescadores) (1909), de Natalia Goncharova, y Jugadores de billar (1920), de Varvara Stepanova. La pintura rusa de comienzos del siglo XX, así como la de otras vanguardias históricas, plantea problemas de conservación y por eso es supervisada regularmente. La restauración de estos dos lienzos permite analizar algunas de las problemáticas comunes a las obras de este periodo y contribuir a su mejor conservación.

ACTIVIDADES COMPLEMENTARIAS

Conferencia Pioneras. Mujeres artistas de la vanguardia rusa: el miércoles 5 de junio, a las 18.00, la comisaria de la muestra, Marta Ruiz del Árbol, impartirá una charla de acceso gratuito sobre el contenido de la misma.

Explicaciones En Sala. Obras Escogidas: el grupo de voluntariado del Museo ofrece explicaciones de algunas de las obras incluidas en el montaje, los jueves y sábados, a las 12.00 y 17.00, de los meses de marzo (Alexandra Exter, Naturaleza muerta, 1913), abril (Sonia Delaunay, Vestidos simultáneos. (Tres mujeres, formas, colores), 1925), mayo (Liubov Popova, Arquitectura pictórica (Bodegón: Instrumentos), 1915) y junio (Natalia Goncharova, Pesca (pescadores), 1909). Actividad incluida con la entrada, sin inscripción previa, hasta completar aforo.

FICHA DE LA EXPOSICIÓN

Título: Pioneras. Mujeres artistas de la vanguardia rusa

Organiza: Museo Nacional Thyssen-Bornemisza, Madrid

Sede y fechas: Madrid, Museo Nacional Thyssen-Bornemisza, del 1 de marzo al 16 de junio de 2019. Sala 43, colección permanente

Comisaria: Marta Ruiz del Árbol, conservadora de Pintura Moderna del Museo Nacional Thyssen-Bornemisza.

INFORMACIÓN PARA EL VISITANTE

Dirección: Paseo del Prado, 8. 28014, Madrid. Salas de la colección permanente.

Horario: Lunes, de 12 a 16 horas (acceso gratuito); de martes a domingos, de 10 a 19 horas.

Entrada única: Colección permanente y exposiciones temporales:

-Entrada general: 13 €

-Entrada reducida: 9 € para mayores de 65 años, pensionistas y estudiantes previa acreditación.

-Entrada gratuita: menores de 18 años, ciudadanos en situación legal de desempleo, personas con discapacidad, familias numerosas y personal docente en activo.

Venta anticipada de entradas en taquillas, en la web del Museo y en el 91 791 13 70.

Un gran abrazo desde nuestra querida y culta España,

Félix José Hernández.

Figuras del exilio de Beckmann el Museo Thyssen-Bornemisza

Cartas a Ofelia / Cronicas hispanas

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Cubamatinal/ Madrid, 24 de septiembre de 2018.

Querida Ofelia:

El Museo Nacional Thyssen-Bornemisza presenta Beckmann. Figuras del exilio, la primera ocasión en más de veinte años de contemplar en España una exposición monográfica dedicada a este artista, uno de los más destacados del siglo XX. Aunque próximo en sus primeras etapas al expresionismo y a la Nueva objetividad, Max Beckmann (Leipzig, 1884 – Nueva York, 1950) desarrolló una pintura personal e independiente, de signo realista pero llena de resonancias simbólicas, que se alzaba como un testimonio vigoroso de la sociedad de su tiempo. Tras su presentación en el Museo Thyssen, donde cuenta con el patrocinio de la Comunidad de Madrid, podrá verse también en Barcelona, en las salas de CaixaForum, del 21 de febrero al 26 de mayo de 2019.

Comisariada por Tomàs Llorens, la muestra reúne un total de 52 obras -principalmente pinturas, pero también algunas esculturas y litografías- procedentes de museos y colecciones de todo el mundo, incluyendo algunas de las piezas más destacadas de su producción como La barca(1926), Sociedad, París (1931), Autorretrato con corneta (1938), Ciudad. Noche en la ciudad (1950) o Los argonautas (1949-50), el tríptico que dio por terminado el mismo día en el que falleció prematuramente, en Nueva York.

La exposición está estructurada en dos secciones. La primera, de menor tamaño, está dedicada a la etapa vivida en Alemania desde los años anteriores a la Primera Guerra Mundial, cuando comienza a ser reconocido públicamente, hasta el ascenso del nazismo en 1933, cuando es destituido de su cargo en la escuela de arte de Fráncfort y se le impide exponer sus obras en público.

La representatividad e importancia en el conjunto de la producción del artista ha sido el principal criterio de selección de las obras reunidas en esta sección. En la segunda, más extensa y que recorre los años en Ámsterdam (1937-1947) y Estados Unidos (1947-1950), donde vivió tras verse obligado a abandonar Alemania, la elección de las piezas se ha realizado según un criterio temático: el exilio, tanto en sentido literal, por la propia experiencia vital de Beckmann, como figurado, por el significado que tuvo para él como condición básica de la existencia humana en general y del hombre moderno en particular. Por este motivo, los cuadros alegóricos – a los que dedicó mayor esfuerzo y tiempo de trabajo (todos los trípticos y lienzos de gran formato que pintó son composiciones alegóricas) – son los más abundantes en esta selección. Los retratos, paisajes y naturalezas muertas, géneros tradicionales que practicóa lo largo de toda su carrera, han sido elegidos también por sus resonancias alegóricas.

Esta parte del recorrido se estructura en torno a cuatro metáforas relacionadas con el exilio: Máscaras, centrada en la pérdida de identidad que se asocia con la circunstancia del exiliado; Babilonia eléctrica, sobre el vértigo de la ciudad moderna como capital del exilio;El largo adiós, que plantea la equivalencia entre exilio y muerte, y El mar, metáfora del infinito, su seducción y su extrañamiento.

Un pintor alemán en una Alemania confusa. La convicción de que el arte alemán tenía una personalidad propia, diferente del de Francia o Italia, estaba profundamente arraigada entre los artistas de la generación de Beckmann. Una sensibilidad orientada hacia el “sentimiento de la vida” en lugar de hacia la belleza ideal. Este rasgo, reprimido y difuminado durante siglos, empezó a renacer con fuerza en la época moderna de forma paralela al resurgimiento económico y social de la nación alemana. Sin embargo, el golpe de la Primera Guerra Mundial hizo que la confianza y la autoestima se evaporaran para dar paso a una aguda conciencia de crisis, y el naturalismo fue sustituido por el expresionismo.

La pintura de la primera etapa de Beckmann es ecléctica. Además de a Max Liebermann o Lovis Corinth, recuerda a otros artistas alemanes de la generación anterior. Pero la influencia más importante y duradera fue sin duda la de Cézanne; su preocupación por aunar la representación de los volúmenes con la superficie bidimensional del lienzo se convertiría en una de sus principales obsesiones durante toda su carrera.

Beckmann creía que no podía haber una pintura nueva basada en principios doctrinales nuevos; lo único nuevo en arte son las nuevas personalidades de los artistas. El interés por enlazar con la gran tradición de la pintura se convirtió en objetivo principal de su trabajo durante esta primera etapa, lo que le llevó a enfrentarse con el vanguardismo de los expresionistas de su generación. El profundo rechazo al carácter colectivo, sectario y doctrinal de estos movimientos permaneció como sustrato de sus posiciones individualistas frente a todas las corrientes artísticas colectivas con las que se encontraría hasta el final de su vida.

“La gran orquesta de la humanidad está en la ciudad”

En esos primeros años de su carrera, Beckmann desarrolló un nuevo tipo de pintura, realista y “actual” con la que obtuvo sus primeros éxitos y empezó a ser reconocido en los círculos artísticos de la época. Su consagración definitiva vendría de la mano de su primera exposición monográfica, en 1913. Ese mismo año introdujo una nueva temática en su pintura: las escenas callejeras de Berlín, evocando el carácter metropolitano de la gran ciudad. Una temática que expresionistas y futuristas habían hecho también suya, pero a la que dio un enfoque muy diferente, con una visión objetiva y con la mirada del pintor como testigo fascinado de su agitación.

Los años siguientes estuvieron marcados por la experiencia de la guerra. Como otros artistas alemanes de su generación, se alistó como voluntario, no tanto por patriotismo como buscando una experiencia vital, que acabaría convirtiéndose en aprendizaje artístico. Tras su baja temporal en el ejército por una crisis nerviosa, en 1915 se instala en Fráncfort donde permaneció hasta 1933. Fue el comienzo de una vida nueva, tanto en lo personal -con la crisis de su primer matrimonio y su boda con Mathilde von Kaulbach, conocida como Quappi, en 1925- como en lo artístico, y su reputación fue creciendo rápidamente.

“Creo que amo tanto la pintura justamente porque me obliga a ser objetivo. No hay nada que odie tanto como el sentimentalismo”, escribía en 1918 en un texto en el que explica sus principios creativos. Rechazo del sentimentalismo, objetividad, concentración en la plasticidad del cuadro,… Beckmann fue el primer artista que formuló esos principios básicos sobre los que se funda una de las corrientes dominantes en la poética de la postguerra, aunque cuando esta acabó convirtiéndose en una tendencia de moda bajo el nombre de Neue Sachlichkeit (Nueva objetividad) y él mismo fuera reconocido por muchos como su principal representante, él continuó rechazando cualquier etiqueta.

En los años de ascenso del nazismo la situación de Beckmann fue haciéndose cada vez más difícil. Era una figura pública conocida y destacada en Fráncfort y, aunque su pintura exhibía sus raíces alemanas y su modernidad era moderada, sus contactos con la élite judía no jugaron a su favor. Buscando un mayor anonimato, en 1933 regresa a Berlín. Pero los museos alemanes fueron dejando de mostrar su obra y sus ingresos disminuyendo. El mismo día que se inauguraba la exposición de ‘Arte degenerado’, en 1937, Beckmann cogió un tren con destino a Ámsterdam y nunca regresó a Alemania.

Siguiendo un orden cronológico, esta primera parte de la exposición tiene como objetivo presentar al artista en todos los aspectos de su producción a lo largo de todos esos años, hasta su exilio. La calle (1914), Autorretrato con copa de champán (1919) y Autorretrato como payaso (1921), Doble retrato. Carnaval (1925), La barca (1926), Carnaval en París (1930), Sociedad, París (1931), junto con algunas esculturas y litografías, son algunas de las obras más destacadas reunidas en esta primera sección.

Salida y comienzo: “Lo que quiero mostrar en mi trabajo es la idea que se esconde detrás de lo que llamamos realidad… Busco, partiendo del presente, el puente que lleva de lo visible a lo invisible…”

La novedad más importante de la etapa berlinesa de Beckmann, entre 1933 y 1937, fue la aparición en su obra de un nuevo formato pictórico: el tríptico. Adoptado también por otros pintores alemanes del periodo de entreguerras, constituía para él una referencia deliberada al arte medieval alemán, enlazando la pintura germánica del siglo XX con su pasado gótico y renacentista. Como pintura destinada al consumo público, el tríptico venía a desplazar al gran cuadro de salón del XIX y, en Beckmann, conectaba también con las telas de gran formato que había pintado en su juventud. Son obras que obedecen a un replanteamiento radical, no solo de su trabajo sino de la relación del artista con el mundo y de su concepción acerca del sentido de la vida y el destino del hombre.

Profundizar en lo visible, en el aspecto sensorial del mundo, para captar lo invisible es lo propio de las alegorías. El efecto principal que el exilio tuvo en su obra fue reforzar la pintura de alegorías, con los trípticos como ejemplo supremo del género. En la exposición se presentan tres de los diez que realizó (uno inacabado), entre ellos El principio, iniciado en Ámsterdam en 1946 y terminado en Estados Unidos en 1949, en el que, evocando sus recuerdos infantiles, Beckmann representa su nuevo comienzo.

Máscaras: El primer efecto que tiene el exilio es poner en cuestión la identidad natural del exiliado. Quien ha sido expulsado de su hogar ha sido privado también de algún modo de su identidad. Su paradigma es el artista ambulante, el actor de circo o de cabaret, que actúa ante el público revistiéndose de una máscara, de un disfraz. Y también el Carnaval.

Autorretrato con corneta (1938), uno de los dos que Beckmann pintó en los primeros meses en Ámsterdam, el más importante y elaborado y una de sus pinturas más memorables; el tríptico Carnaval (1943), en el que puede reconocerse al artista en la figura del Pierrot blanco del panel central; Begin the Beguine (1946), en el que la atmosfera festiva del baile está contrarrestada por una ambientación que apunta hacia una amenaza latente, o Mascarada (1948), con esa misma combinación de lo festivo y lo siniestro y en la que, como en numerosas ocasiones, la pareja disfrazada es la formada por el artista y su segunda mujer, Quappi, son algunas de las principales obras reunidas en esta sección. Algunas de ellas, realizadas ya en los años relativamente felices de su estancia en los Estados Unidos, muestran que el nudo alegórico que vincula el exilio con el disfraz y con la vertiente más siniestra de la crisis de identidad sigue activo en la conciencia de Beckmann.

Babilonia eléctrica: El lugar paradigmático de la pérdida de identidad del hombre moderno es la gran ciudad. Históricamente, este sentimiento es un fenómeno que emerge en la transición del siglo XIX al XX, pero tiene también precedentes antiguos. En la Biblia se describe el exilio de los judíos en Babilonia, un lugar donde el enraizamiento divino que constituía la clave de su identidad como pueblo se borra por su inmersión entre una multitud de dioses falsos. De ahí el título de esta sección, ‘Babilonia eléctrica’, la metrópolis moderna, donde se aniquilan las fronteras entre lo rural y lo urbano, entrelo natural y lo artificial, entre el día y la noche. Un laberinto saturado de hoteles, bares, salas de juego, bailes, espectáculos…que se ofrece, como espacio de perdición, al hijo pródigo de la Biblia.

La ciudad, la metrópolis moderna, “donde cada persona es un acontecimiento único”, en palabras de Beckmann, se convirtió en uno de los temas centrales de la sociología alemana del cambio de siglo XIX al XX. El paso del campo a la ciudad es la quintaesencia de la modernidad y la experiencia de esa modernización, traumáticamente coronada por la Gran Guerra y la destrucción de la ilusión, marcará el arte de Beckmann. La metrópolis se ofrece al artista como espectáculo y, de entre las formas que adopta, las que más le atrajeron fueron el circo y la varieté. Gran varieté con mago y bailarina (1942) es el más espectacular de los cuadros que dedicó a este tema; todo es ligereza, confusión, fuegos de artificio, humo y brillo de lentejuelas. Pero la ciudad del exilio, Babilonia, es también la capital de las tentaciones, el lugar paradigmático de la perdición de El hijo pródigo (1949), otra de sus obras fundamentales presentes en este apartado y un tema al que había dedicado ya una serie de acuarelas en 1918.

También se presentan en esta sección algunas obras realizadas en los últimos años, cuando se había cumplido el sueño de instalarse en Nueva York y una época de gran productividad y éxito profesional: Plaza (Vestíbulo de hotel) o Ciudad. Noche en la ciudad, ambas de 1950, son fruto directo de su vida cotidiana en la gran metrópolis, en sus propias palabras, la más grande “orquesta de la humanidad sobre la superficie de la tierra”.

El largo adiós: Partir es morir un poco, o mucho. Algo se rompe definitivamente en cada partida. El exilio es una figura de la muerte, y viceversa. Por otra parte, si Beckmann es un artista que, desde sus comienzos, se pregunta intensamente por su identidad alemana, en la nueva Alemania configurada por el ascenso del nacionalsocialismo, la equivalencia entre exilio y muerte es una realidad.

Instalados en Ámsterdam tras huir de Alemania, Max y Quappi tuvieron que aprender a vivir en el anonimato del exilio y con un futuro lleno de incertidumbres. Una vez más, era el comienzo de una nueva vida. La primera composición alegórica de gran formato que Beckmann emprendió allí fue Nacimiento (1937). Pocos meses más tarde pinta Muerte (1938). Ambas de formato horizontal y con grandes simetrías compositivas e iconográficas, parecen concebidas como pareja, aunque el artista las vendió por separado. Nacimiento y muerte son las dos grandes puertas de la existencia, el anverso y el reverso de una misma realidad, una misma figura del exilio. Nacemos como artistas ambulantes, ignorando lo que nos deparará el destino. Morimos como viajeros, ignorando también nuestro final. Lo que hay entre uno y otra es puro exilio y, principalmente, dolor. La vida es suplicio y nadie puede escapar a la fuerza del destino. La principal fuerza que nos impulsa en ese largo adiós que es la vida es el deseo, y su manifestación más explícita, el deseo sexual. Vampiro (1947-1948), Gran naturaleza muerta con escultura o Globo con molino (1947), junto con la citada Muerte (1938), son algunas de las obras que ilustran este apartado.

 

El mar: El mar es uno de los principales motivos de la obra de Beckmann, una figura del viaje y del exilio, una masa inmensa donde nada permanece quieto y cuya naturaleza es un medio en el que, como ríos, desembocan, se purifican y se renuevan las existencias de los hombres. Destino puro y amenaza pura. Brillo seductor para los argonautas y negrura final para Ícaro. Seducción y amenaza.

El traslado de las esfinges (1945), una de sus obras más enigmáticas; Camarotes (1948), en el que un barco se convierte en la representación de una ciudad en miniatura, y Hombre cayendo (1950), uno de sus cuadros más sorprendentes, son algunas de las más destacadas reunidas en este último capítulo, que culmina cerrando también el recorrido de la exposición, con el tríptico Los argonautas. Beckmann trabajó en él durante más de año y medio, dándolo por terminado el 27 de diciembre de 1950, el mismo día en el que poco más tarde moriría de un ataque al corazón. Había realizado primero el panel izquierdo, concebido como obra independiente y a la que se refiere como ‘el pintor y su modelo’. Más tarde, la completó con otros dos lienzos y empezó a llamar al conjunto ‘los artistas’, con el panel izquierdo convertido en alegoría de la pintura, el derecho de la música y el del centro de la poesía. Pero, según cuenta Quappi, tras haber soñado el pintor con la leyenda griega, pocos días antes de finalizarlo empezó a aparecer el nombre de ‘Los argonautas’, añadiendo quizá entonces algunos atributos antiguos que aparecen en el tríptico, como la espada que sujeta la modelo o las sandalias. Con Los argonautas se cierra un ciclo iniciado 45 años atrás con Jóvenes junto al mar, que marcó el inicio triunfal de su carrera de pintor;en ambos casos, con el mar como fondo.

Actividades complementarias.  Los días 22 y 23 de noviembre se celebrará un simposio internacional en torno a la figura de Max Beckmann en el que participarán especialistas como Sabine Rewald, del Metropolitan Museum of Art de Nueva York, o Didier Ottinger, del  Centre Pompidou de París, entre otros.

Además, del 3 de noviembre al 22 de diciembre, tendrá lugar un ciclo de cine de acceso gratuito, cuyo programa incluye títulos como El ángel azul (1930), de Joseph von Sternberg, o el documental Max Beckmann Departure (2013), de Michael Trabitzch.

Beckmann. Figuras del exilio. Organizador: Museo Nacional Thyssen-Bornemisza. Con la colaboración de la Comunidad de Madrid. Sede y fechas: Madrid, Museo Nacional Thyssen-Bornemisza, del 25 de octubre de 2018 al 27 de enero de 2019; Barcelona, CaixaForum, del 21 de febrero al 26 de mayo de 2019. Comisario: Tomàs Llorens. Comisaria técnica: Leticia de Cos, Área de Exposiciones del Museo Thyssen-Bornemisza. Número de obras: 52. Publicaciones: Catálogo editado en colaboración con Abertis con texto de Tomàs Llorens y cronología de Leticia de Cos, edición en español e inglés; Guía didáctica y publicación digital en la app gratuita Quiosco Thyssen para tabletas y smartphones, en español e inglés. Museo Nacional Thyssen-Bornemisza. Paseo del Prado, 8.28014, Madrid. Salas de exposiciones temporales, planta baja. Horario: De martes a viernes y domingos, de 10 a 19 horas; sábados, de 10 a 21 horas.

Un gran abrazo desde nuestra querida y culta Madre Patria,

Félix José Hernández.

 

Arte, diseño y moda de Sonia Delaunay en el Museo Thyssen-Bornemisza

Cartas a Ofelia/ Crónicas hispanas

Sonia Delaunay, ombrelle, gilet chapeau en rafia,  Madrid
Photographie de Sonia Delaunay portant corsage et chapeau
en raffia, ombrelle, Madrid, 1918.

Cubamatinal/ Madrid, 7 de junio de 2017.

Querida Ofelia:

El Museo Thyssen-Bornemisza presenta este verano Sonia Delaunay. Arte, diseño y moda, la primera muestra en solitario en España de esta artista, con la que se pretende destacar no sólo su importante papel como pintora de vanguardia, sino también la exitosa aplicación de su ideario artístico a la vida cotidiana.

Su obra puramente pictórica se exhibirá en las salas junto a libros y escenografías teatrales, diseños publicitarios, de interior y de moda, telas y vestidos, reuniendo más de 210 piezas procedentes de instituciones públicas como el Centro Pompidou, la Biblioteca Nacional de Francia, el Museo de la Moda de París o el Museo Reina Sofía, y de colecciones privadas. La exposición, que cuenta con la colaboración de la Comunidad de Madrid, se une así a las tendencias historiográficas que han revisado recientemente su trayectoria para demostrar el carácter multidisciplinar de su obra, que le permitía explorar diversos soportes y técnicas más allá de la pintura.

Nacida en Ucrania en una modesta familia judía, Sonia Delaunay (1885-1979) fue acogida por sus tíos maternos de San Petersburgo cuando era tan sólo una niña, de quienes recibió una educación cosmopolita. Comenzó su formación artística en 1904 en Karlsruhe (Alemania) y dos años después la continuó en París. Para no abandonar Francia, contrajo matrimonio de conveniencia con el marchante alemán Wilhelm Uhde, en cuya galería expuso por primera vez en 1908. Gracias a él conoció a artistas de vanguardia como Picasso, Braque y el propio Robert Delaunay, con quien se casó en 1910, tras divorciarse de Uhde.

A partir de entonces, el intercambio artístico entre ambos sería constante, aunque, ya desde los comienzos de su relación, Sonia se diferenciaría de su marido por compaginar los pinceles con las agujas de bordar, la decoración de interiores o el diseño de moda, convirtiéndose en una artista multidisciplinar, interesada en plasmar el lenguaje vanguardista sobre los más variados soportes, con vivos colores y técnicas diversas que recuerdan sus orígenes rusos.

Hacia 1912, la pareja se orientó hacia la abstracción y defendió los fundamentos de un nuevo arte que negaba los medios tradicionales y reposaba sobre el poder del color, lo que llevó a Robert Delaunay a desarrollar la teoría del simultaneísmo, un neologismo extraído del tratado sobre el contraste simultáneo de los colores de Eugène Chevreul, que establece que las tensiones y las vibraciones ópticas que genera la relación entre colores complementarios sugieren el movimiento conforme al modelo rítmico de la danza y la música. Los Delaunay asociaban el simultaneísmo a la vida moderna y al desarrollo urbano, y querían llevarlo a todos los ámbitos posibles.

París era, para ellos, la ciudad simultánea por excelencia y se convirtió en su fuente de inspiración, en el lugar en el que empezaron a analizar el impacto de la luz sobre los colores. Pero fue en Madrid, en 1917, donde sus experimentos por trasladar el ideario del simultaneísmo a la vida cotidiana dieron el paso definitivo a la escena pública. En la capital española, Sonia no solo comenzó sus colaboraciones con las artes escénicas, sino que inauguró una boutique en la que vendía sus creaciones de moda y de interiores. Esta etapa madrileña, de la que se cumplen ahora 100 años, supuso para ella un momento de gran experimentación y libertad que marcaría todo su desarrollo artístico posterior, a partir de la década de 1920 y ya de regreso en París. La exposición quiere reivindicar esos años de Madrid como un hito fundamental en su carrera, por lo que este periodo ocupa el capítulo central de la muestra, con un recorrido organizado en cuatro apartados cronológicos que incluye también las etapas inmediatamente anterior y posterior a su estancia en España.

Primeros años de París

 

A comienzos de la década de 1910, lo simultáneo designa las actividades de Sonia Delaunay, que pinta y confecciona objetos y prendas de vestir que responden a esta nueva estética colorista: una colcha de cuna para su hijo es el primer objeto calificado como simultáneo, al que siguen una caja de juguetes pintada, encuadernaciones de libros, objetos cotidianos y vestidos cosidos a base de trozos de tela. Sus experimentos vanguardistas se mezclan con influencias de las artes populares rusas.

Sus primeras creaciones revelan la búsqueda de un arte total e ilustran su voluntad de conseguir que la estética del simultaneísmo llegue a la cultura popular. El piso de los Delaunay, donde se reúnen los domingos artistas e intelectuales, es el primer espacio donde se exhiben estas creaciones simultáneas, como si fuera una galería de arte. Sonia se reafirma en su intención de abordar sin distinción todos los soportes, considerando equiparables y dignas de ser expuestas todas las expresiones artísticas. Así lo hizo, por ejemplo, en el famoso Salón de Otoño de Berlín de 1913, donde expuso pinturas, proyectos de carteles, encuadernaciones y objetos domésticos junto a obras de Robert Delaunay, Marc Chagall, Max Ernst, Lyonel Feininger, Franz Marc o Paul Klee, entre otros.

En este contexto, en el que moda, pintura y vanguardia están estrechamente ligadas, nace el “vestido simultáneo” como una forma de acercar al público el nuevo lenguaje visual. Los Delaunay se visten con sus creaciones y convierten salones de baile, como el parisino Bal Bullier, en laboratorios en los que experimentar con el simultaneísmo, en un primer intento de renovar la estética urbana a través del color. Con su provocadora asociación de color y mezcla de tejidos, causan sensación y se convierten en “reformadores de la manera de vestir”, según Apollinaire.

 En esta época Sonia firma cuadros que están entre sus obras más importantes, pero sobre todo expone, junto a la pintura de Robert, objetos simultáneos. En la sala se mostrarán óleos como Le Bal Bullier de la Colección Merzbacher (1913), Contrastes simultáneos (1913) y Prismas eléctricos nº 41 (1913-1914), carteles publicitarios para las marcas Zénith y Dubonnet (1914) y diseños de moda, incluyendo el vestido y el chaleco simultáneos, realizados en patchwork en 1913. También se presentará un ejemplar de La prosa del Transiberiano y de la pequeña Jehanne de Francia (1913), una de las obras maestras de la vanguardia literaria y pictórica, compuesta a cuatro manos por el poeta Blaise Cendrars y Sonia Delaunay, y en la que por vez primera se funden poesía y pintura. Se trata de un desplegable vertical de dos metros de largo que se lee a la vez que se contempla: a los versos libres de Cendrars responden los dibujos de Delaunay, un entrelazado de formas y colores que evoca el avance del viajero en un tren.

Primera estancia en Madrid y Portugal

 

La Primera Guerra Mundial estalla mientras la familia Delaunay se encuentra de vacaciones en España por lo que, a finales de 1914, deciden instalarse en Madrid. Les fascina la luz de la ciudad, que les lleva a alcanzar un momento clave en sus investigaciones en torno al color. Aislados de la vanguardia, buscan inspiración entre los maestros clásicos y Sonia se inscribe en 1915 como copista en el Museo del Prado. Sus lienzos y vestidos simultáneos para el Bal Bullier dan paso a un interés por el arte popular, los cantantes y bailarines de flamenco, donde se puede reconocer un cierto retorno a la figuración. En el verano de 1915, son invitados por un grupo de artistas futuristas instalados en Vila do Conde, un pequeño pueblo en el norte de Portugal, y deciden trasladarse allí durante un tiempo. Aun así, Sonia sigue inspirándose con frecuencia en España, como puede apreciarse en obras como Gran flamenco (1915-1916) y Pequeño flamenco (1916), que se expondrán en las salas junto a varios dibujos, acuarelas y diseños realizados en esta época.

Segunda estancia en Madrid y el arte total

 

Madrid es el corazón de la exposición. Su paso por la ciudad supuso un gran giro en su carrera al conseguir poner en práctica la idea de que el simultaneísmo llegara a todos los ámbitos de la vida. Con el triunfo de la Revolución de Octubre en Rusia, en 1917, Sonia dejó de recibir las rentas familiares que le habían permitido una estabilidad económica hasta entonces y decide llevar a la esfera pública sus creaciones.

En la capital española, el matrimonio Delaunay coincidió con Serguéi Diághilev, refugiado también en España, y Sonia empezó a colaborar en el diseño de escenografías y vestuario para los Ballets Rusos, una relación que marcaría el inicio de la estrecha vinculación con el mundo de las artes escénicas a lo largo de toda su carrera. En este capítulo se exhibirán algunos de sus figurines y diseños de decorados para la representación del ballet ruso Cleopatra (1918), que creó en Sitges y se estrenó en Londres, así como fotos de la reforma completa que realizó para la conversión del antiguo Teatro Benavente de Madrid en un novedoso teatro-concert, y que se inauguró como Petit Casino en 1919.

“Abro una Casa Sonia de decoración de interiores” -recordaba la artista en sus memorias- “En las casas ricas, en los palacios históricos, mando a paseo los alambicados pastelones, los tonos lúgubres, las mortuorias cursilerías”. La inauguración de este negocio, que también dedicó al diseño de complementos y de moda, supone un hito en la carrera de la artista y es un importante precedente de su intensa dedicación al diseño de interiores, tejidos y prendas de vestir a partir de la década de 1920.

Recortes de periódicos y fotografías de la época permiten reconstruir este periodo en las salas y reivindicarlo como un momento decisivo en su carrera, a la vez que se acompañan de una selección de bocetos de moda y una chaqueta de lino (1928), pintada y bordada, que evoca el espíritu de lo que la prensa madrileña dio a conocer como “el estilo Sonia”.

En estos años en Madrid se relacionaron también con poetas vanguardistas, como Ramón Gómez de la Serna o Guillermo de la Torre. Recién regresada a París en 1921 e imbuida por el espíritu dadaísta, la artista decidió decorar las paredes de su casa con poemas de sus muchos amigos poetas, como el mural “abanicopoema” de Gómez de la Serna (1922). En su deseo de rebasar los límites de las artes, también diseñó “vestidos-poema”, de los que se muestran dos bocetos.

Regreso a París

 

En 1921, los Delaunay regresan a París. La experiencia en España anima a Sonia a vestir a la mujer de la ciudad con los diseños de sus cuadros, como si fueran tableaux vivants (pinturas vivas), y poco después inaugura la Boutique Simultané. En esos años colabora con grupos dadaístas y surrealistas en la producción de proyectos teatrales y cinematográficos, como en la película Le P’tit Parigot (1926), de Le Somptier. En 1925 participa con éxito en una exposición de artes decorativas y comienza a trabajar para unos grandes almacenes holandeses, Metz & Co, una relación comercial que mantendrá hasta la década de 1950.

 En este capítulo se destacará su polifacética y versátil manera de enfocar el proceso artístico, ya fuera en lienzos, tejidos, tapices, litografías, escenografías o incluso en encargos murales. Se presentarán una chaqueta (1924), dos vestidos que nunca antes se han mostrado en una exposición (1926), un traje de baño y un conjunto de sombrilla y bolso de playa (1928) junto a varios de sus diseños previos, y el óleo Vestidos simultáneos (1925), en el que la vestimenta de la figura central es similar al abrigo creado para la actriz Gloria Swanson ese mismo año y que también podrá verse en la sala. Todo ello se complementará con fotografías de moda que hizo la propia artista y un vídeo coloreado realizado también por ella para promocionar sus diseños de 1925. Además, se dedicará un amplio apartado a sus diseños textiles para mostrar cómo era el proceso creativo de las piezas, desde el dibujo sobre papel o cartulina al producto final, pasando por la correspondencia que mantenía con los almacenes Metz & Co, a los que enviaba muestras de tela y pautas para la producción de sus creaciones.

En 1937 participará, junto a Robert Delaunay, en la decoración de dos grandes pabellones de la Exposición Universal de París, de los que la muestra presenta tres bocetos. La artista evocará en el Pabellón del Ferrocarril su viaje a la península ibérica, demostrando, una vez más, la significativa huella que esta época dejó en ella.

Después de fallecer su marido en 1941, Sonia Delaunay continuó trabajando y colaborando en la promoción del arte abstracto. En 1964, tras la donación de un centenar de obras suyas y de Robert, se convirtió en la primera mujer viva a la que se le honraba con una exposición en el Museo del Louvre.

La muestra se cerrará con tres grandes composiciones abstractas de su etapa final, Ritmo coloreado nº 694, Ritmo color y Mosaico horizontal.

Exposición: Sonia Delaunay. Arte, diseño y moda

 

Organizador: Museo Thyssen-Bornemisza. Con la colaboración de la Comunidad de Madrid .

Sede y fechas: Madrid, Museo Thyssen-Bornemisza, del 4 de julio al 15 de octubre de 2017.

Comisaria: Marta Ruiz del Árbol, conservadora de Pintura Moderna del Museo Thyssen Bornemisz.

Número de obras: 214.

Publicaciones: Catálogo con textos de Cécile Godefroy, Marta Ruiz del Árbol y Matteo de Leeuw-de Monti; publicación digital en la app Quiosco Thyssen.

Museo Thyssen-Bornemisza, Paseo del Prado, 8. 28014, Madrid. Salas de exposiciones Moneo, planta -1.

Un gran abrazo desde nuestra querida y culta Madrid,

Félix José Hernández.

 

El Renacimiento en Venecia se expone en el Museo Thyssen-Bornemisza

Cartas a Ofelia/ Crónicas hispanas

Paolo Caliari (Il Veronese). Lucrecia, 1580-1583. Oleo sobre lienzo
Paolo Caliari (Il Veronese). Lucrecia, 1580-1583. Oleo sobre lienzo: 109,5 x 90,5 cm. Viena, Kunsthistoriosches Museum

Cubamatinal/ Madrid, 27 de mayo de 2017.

Querida Ofelia:

Del 20 de junio al 24 de septiembre de 2017, el Museo Thyssen-Bornemisza presenta El Renacimiento en Venecia. Triunfo de la belleza y destrucción de la pintura, una exposición dedicada al arte veneciano del siglo XVI, su primer gran periodo de esplendor, con casi un centenar de obras de artistas como Tiziano, Tintoretto, Veronés, Jacopo Bassano, Giorgione o Lotto.

Desde el uso del claroscuro y el color como fundamentos de la representación de la figura y del espacio, hasta una atención a la naturaleza más directa que la que proponía la tradición clásica, de concepción más idealista, la muestra pretende demostrar cómo los medios específicos de la pintura veneciana plantearon una idea de belleza plenamente renacentista al mismo nivel, y a veces incluso superior, a lo que se hacía en Roma, Parma o Florencia.

 Comisariada por Fernando Checa Cremades, catedrático de Historia del Arte de la Universidad Complutense, la muestra aborda la presentación de este foco artístico, esencial para la comprensión de la historia de la pintura, desde una meditada selección de temas ejecutados por los maestros que le dieron fama universal, en lugar de hacerlo desde el ámbito cronológico o estilístico. Para ello presenta un extraordinario conjunto de pinturas, y algunas esculturas, grabados y libros, procedentes de colecciones privadas y museos como la Galleria dell´Accademia de Venecia, el Museo Nacional del Prado de Madrid, la Fondazione Accademia Carrara de Bérgamo, el Palazzo Pitti de Florencia, el Kunsthistorisches Museum de Viena, la Galeria degli Uffizi de Florencia, la Biblioteca Nacional de España, el Musée du Louvre de París o la National Gallery de Londres.

Tras siglos de mirar a Oriente, incluso a China (ahí están los famosos viajes de Marco Polo), la caída de Constantinopla a manos de los turcos en 1453, la derrota de la Serenissima Repubblica en Agnadello en 1509 contra las fuerzas de Luis XII de Francia y el desplazamiento de las rutas comerciales tras el descubrimiento de América en 1492, cambiaron la geografía política, económica y comercial de Europa. Venecia corría el peligro de quedar en una posición periférica.

Fue entonces, sin embargo, cuando empezó un despertar artístico, especialmente en pintura y arquitectura, que colocó a la ciudad en el centro del debate, primero italiano y, desde finales del XVI y sobre todo en el XVII, en el contexto europeo. Venecia comenzó a crear su propia idea de belleza y se convirtió en la principal alternativa a los paradigmas estéticos florentinos y romanos encabezados por Rafael Sanzio y Miguel Angel Buonarrotti. Mientras la corriente clásica o toscano-romana se caracterizaba por una mayor consideración hacia lo intelectual a través del dibujo (disegno), concebido previamente en la mente (idea), los artistas de la escuela veneciana eran superiores en el manejo del color y de los valores visuales y sensuales de la pintura.

Como sucedió en otras partes de Italia, el momento clasicista duró poco. En las obras tardías de Tiziano, Tintoretto, Veronés y Bassano, se puede apreciar cómo, en mayor o menor medida y siempre con soluciones muy diversas, cada uno de estos artistas experimentó un viraje hacia un tipo de pincelada “abierta”, suelta, a menudo calificada de pintura de manchas o borrones, que no solo cuestionaba los valores del disegno como una de las partes esenciales de la pintura, sino la propia idea de la belleza renacentista basada en la idealización de la realidad.

No se trataba solo de un tema formal, esta técnica servía para dotar de una mayor expresividad y vida a las figuras y los paisajes, a la naturaleza, algo típico del Barroco. De ahí era fácil pasar a la exaltación de los elementos dramáticos de la imagen, tan frecuentes en la pintura de las décadas de los sesenta y setenta de Jacopo Bassano, Tintoretto y sobre todo Tiziano, como el Cristo crucificado (h.1565), inmejorable ejemplo de las cualidades dramáticas de la obra final del maestro, con el que se cierra la exposición.

El Renacimiento en Venecia. Triunfo de la belleza y destrucción de la pintura está organizada siguiendo un recorrido temático a lo largo de ocho secciones.

Entre Oriente y Occidente: la ciudad más bella del mundo

El esplendor medieval de la ciudad de Venecia subyugó a sus visitantes a lo largo del siglo XVI. En la simbólica fecha de 1500 Jacopo de’ Barbari realizó su Vista de Venecia, la primera vez que una ciudad se representaba a vista de pájaro de manera realista. Se trata de una imagen extraordinaria que en esta sala se acompaña de retratos de las magistraturas venecianas como el dux Mocenigo (Gentile Bellini) o los procuradores Gritti y Soranzo y un senador (obras de Tintoretto) y de un famoso cuadro de Veronés en el que personajes vestidos a la oriental ejemplifican el carácter cosmopolita y de frontera entre dos mundos, entre Oriente y Occidente, de la ciudad.

Venecia y el sueño del clasicismo

La cultura renacentista en la que Venecia se quería integrar exigía una rápida renovación de la ciudad medieval, cuya arquitectura, gótica o bizantina, debía sustituirse por una nueva máscara, la clasicista. Arquitectos, humanistas, editores y coleccionistas se pusieron rápidamente en marcha estudiando los textos clásicos, como el tratado de arquitectura de Vitruvio, el único conservado desde la Antigüedad, o escribiendo nuevos textos como los de Sebastiano Serlio o Vincenzo Scamozzi, al que vemos retratado en esta sala en una obra de Veronés. A pesar de carecer de ellas, las ruinas clásicas se estudiaron con pasión en la ciudad de la Laguna, y aparecen como fondo de muchos retratos de la época, como el que se muestra del mismo autor custodiado en Budapest. Lecturas clásicas, bibliotecas y coleccionismo de antigüedades son los rasgos característicos del mundo lagunar y el de la “tierra firme” que lo circunda como lo demuestran las pinturas de Moroni o los bronces con temas mitológicos expuestos en esta sala.

Belleza y melancolía del Renacimiento veneciano

Los deseos de belleza urbana (sala 1) conseguida a través del clasicismo (sala 2), se concretan en las más variadas tipologías estéticas. El sueño de la juventud se expresó por medio del retrato del joven melancólico -que aquí se muestra con ejemplos capitales de Giorgione, Bernardino Licinio, Giovanni Cariani o Lorenzo Lotto-, de la alegoría musical, máximo símbolo de la perfección estética en el Renacimiento -con una obra de Cariani-, o de la evocación de una Antigüedad, utópica y también soñada, expresada en el libro de Francesco Colonna, Hypnerotomachia Poliphili (1499), sin duda el libro impreso más bello del Renacimiento.

Imágenes venecianas de la mujer

La exploración de la pintura veneciana en torno a la belleza culmina con la que se realiza en torno a la de la mujer. Obras fundamentales de Palma el Viejo, Tiziano o Veronés desarrollan la idea dentro del género del retrato femenino idealizado, que se prolonga también en el de la pintura mitológica en obras que tienen a Venus, la diosa de la belleza, como protagonista. Es el caso de las telas de Lambert Sustris, Venus y Cupido, y de Venus y Adonis de Veronés, que se muestra con su pareja, Céfalo y Procris. La presencia del espectacular Rapto de Europa de Veronés, procedente del Palacio Ducal de Venecia, culmina este panorama con una de las pinturas más importantes del Renacimiento.

 A medio camino entre la imagen de la belleza de la mujer y la pintura de devoción, la iconografía de la Magdalena fue una de las más practicadas por Tiziano. Se presentan aquí los tres mejores ejemplos existentes del tipo de la Magdalena vestida de este pintor: la realizada para el cardenal Farnesio, del Museo de Capodimonte en Nápoles, una de las pintadas quizá para Alfonso de Ávalos, y la que el propio artista poseía en su estudio en el momento de su muerte. Se trata, esta última, de una de las obras maestras de su periodo tardío, de la que la leyenda dice que Tiziano murió abrazado a ella.

El brillo del poder

La creación de la belleza que caracteriza la pintura veneciana tuvo una especial importancia desde el punto de vista de la imagen del poder. En esta sala la cuestión se expone desde dos puntos de vista. El primero es el del “brillo” del poder militar a través del reflejo pintado en las armaduras como vestidura propia del soldado, con ejemplos capitales de Carpaccio y Tiziano. El espectador debía de quedar fascinado ante obras de este tipo por la habilidad del artista en captar la fugacidad del brillo sobre el metal, algo técnicamente muy difícil. El segundo punto de vista se centra en la importancia representativa del palacio del noble, ejemplificada en su arquitectura y su decoración pintada a través de dos casos: la colaboración de Tiziano y Giulio Romano en el Palazzo Te de Mantua, y la de Palladio y Veronés en el palacio de Iseppo da Porto en Vincenza.

Pastorales venecianas

Los Idilios de Teócrito y la Arcadia de Sannazaro constituyen la base literaria del último campo que queremos desarrollar como expresión de la creación de belleza por parte de la pintura veneciana. Una naturaleza bella e idealizada es el ambiente para pastorales de contenido mitológico, como los casos de las pinturas de Sebastiano del Piombo, Lorenzo Lotto, Palma el Viejo y otros. Pero también lo es para rodear el mundo de la devoción, como sucede en la pintura de Dosso Dossi o en la maravillosa Virgen con el Niño, santa Catalina y un pastor, pintada por Tiziano para el duque Alfonso I d’Este en las etapas iniciales de su carrera. Las magníficas escenas pastorales de Jacopo Bassano muestran una imagen más real del entorno natural acorde con los intereses agrícolas del patriciado véneto afincado en “tierra firme”, que encontró en las villas de Palladio su mejor expresión arquitectónica.

El ocaso del Renacimiento

La técnica de la pintura veneciana, que despreciaba el dibujo para centrarse en el color y la pintura de “manchas”, llevaba en sí el germen de su autodestrucción. Buena parte de los autores que desarrollaron ese concepto de belleza idealizada que hemos visto en las salas anteriores en torno a los temas de la melancolía, la música, la mujer, el poder o la naturaleza, concluyeron su carrera con pinturas en las que el violento claroscuro o los “crueles borrones” alcanzaron un protagonismo total, hasta el punto de discutirse hasta el día de hoy si, en el caso de Tiziano, se trata de obras terminadas o no. La sala se plantea como una discusión en torno a este asunto, y a su confrontación con obras tardías de Tintoretto, Jacopo Bassano y Veronés. El dramatismo de temáticas como la de la pasión de Cristo, unido a la autoconciencia de un momento que se vio a sí mismo como “ocaso del Renacimiento” y fin de una época, hicieron el resto.

Destrucción de la pintura

El rey Felipe II fue el mayor aficionado al arte de Tiziano de todo el siglo XVI. Su colección fue la más importante, además, en lo que se refiere a obras del último periodo del maestro, como demuestran las existentes en el Museo del Prado y en el monasterio del Escorial. De las conservadas en este último lugar, el dramático Cristo crucificado, menos conocido del público y culminación de esta exposición, es una obra maestra de su etapa tardía y paradigma de lo que llamamos “destrucción de la pintura”.

FICHA DE LA EXPOSICIÓN:

 Título: El Renacimiento en Venecia. Triunfo de la belleza y destrucción de la pintura.

Organizador: Museo Thyssen-Bornemisza.

Sede y fechas: Madrid, Museo Thyssen-Bornemisza, del 20 de junio al 24 de septiembre de 2017.

Comisario: Fernando Checa Cremades, catedrático de Historia del arte de la Universidad Complutense de Madrid.

Dirección del proyecto: Mar Borobia, jefe del Área de Pintura Antigua del Museo Thyssen Bornemisza.

Comisaria técnica: María Eugenia Alonso, conservadora de Pintura Antigua del Museo Thyssen Bornemisza.

Número de obras: 88.

Publicaciones: Catálogo con textos de Fernando Checa Cremades, Augusto Gentili, Carlo Corsato, Thomas Dalla Costa, Piero Boccardo, Bernard Aikema, Santiago Arroyo, Matteo Mancini y cronología de Maria Eugenia Alonso.

Guía didáctica y publicación digital en la app Quiosco Thyssen.

Museo Thyssen-Bornemisza Dirección: Paseo del Prado, 8. 28014, Madrid. Salas de exposiciones temporales, planta baja Horario: de martes a viernes y domingos, de 10 a 19 horas; sábados, de 10 a 21 horas.

Un gran abrazo desde nuestra querida y culta Madrid,

Félix José Hernández.