La máquina Magritte en el Museo Nacional Thyssen-Bornemisza

Cartas a Ofelia / Crónicas hispanas

Ilustración: René Magritte. El pájaro de cielo, 1966. Colección privada, cortesía de las Di Donna Galleries, Nueva York

Cubamatinal/ Madrid, 27 de agosto de 2021.

El Museo Nacional Thyssen-Bornemisza presenta la primera retrospectiva en Madrid dedicada al artista belga René Magritte (1898-1967), uno de los máximos representantes del surrealismo, desde la celebrada en 1989 en la Fundación Juan March. El título de la exposición, La máquina Magritte, destaca el componente repetitivo y combinatorio en la obra del pintor, cuyos temas obsesivos vuelven una y otra vez con innumerables variaciones. Su desbordante ingenio dio lugar a un sinfín de composiciones audaces y de imágenes provocativas, capaces de alterar nuestra percepción, cuestionar nuestra realidad preconcebida y suscitar la reflexión.

Comisariada por Guillermo Solana, director artístico del museo, La máquina Magritte cuenta con la colaboración de la Comunidad de Madrid y reúne más de 95 pinturas procedentes de instituciones, galerías y colecciones particulares de todo el mundo, gracias al apoyo de la Fundación Magritte y de su presidente, Charly Herscovici. La exposición se completa con una selección de fotografías y películas caseras realizadas por el propio artista, que forma parte de una muestra itinerante comisariada por Xavier Canonne, director del Musée de la Photographie de Charleroi, y que se mostrará ahora en una instalación especial. Tras su presentación en Madrid, La máquina Magritte viajará a Caixaforum Barcelona, donde podrá visitarse del 24 de febrero al 5 de junio de 2022.

Mis cuadros son pensamientos visibles”

En 1950, René Magritte firmó junto a algunos amigos surrealistas belgas el catálogo de productos de una supuesta sociedad cooperativa, La Manufacture de Poésie, que incluía artefactos destinados a automatizar el pensamiento o la creación; entre ellos, una “máquina universal para hacer cuadros”, cuya descripción prometía “un manejo muy simple, al alcance de todos,” para “componer un número prácticamente ilimitado de cuadros pensantes.”

La máquina de pintar tenía precedentes en la literatura de vanguardia, como las de Alfred Jarry y Raymond Roussel, precursores del surrealismo, cuyos dispositivos ponían el énfasis en el proceso físico de la pintura, aunque con concepciones opuestas: en el primero, la máquina gira y lanza sus chorros de color en todas direcciones, mientras que el segundo se asemeja a una impresora que produce imágenes fotorrealistas. El aparato descrito por los surrealistas belgas es diferente: está dedicado a generar imágenes conscientes de sí mismas. La máquina Magritte es una máquina metapictórica, una máquina que produce cuadros pensantes, pinturas que reflexionan sobre la propia pintura.

« Desde mi primera exposición, en 1926, (…) he pintado un millar de cuadros, pero no he concebido más que un centenar de esas imágenes de las que hablamos. Este millar de cuadros es el resultado de que he pintado con frecuencia variantes de mis imágenes: es mi manera de precisar mejor el misterio, de poseerlo mejor.”

Magritte definía su pintura como un arte de pensar. A pesar de su conocida oposición al automatismo como procedimiento central del surrealismo, parece conferir un valor intelectual a la despersonalización y la objetividad de esa autorreproducción de su obra. La máquina Magritte no es coherente y cerrada como un sistema, sino abierta como un procedimiento heurístico, de descubrimiento; y es recursiva, porque las mismas operaciones se repiten una y otra vez, pero produciendo cada vez resultados diferentes.

Toda la obra de Magritte es una reflexión sobre la pintura misma, reflexión que aborda con la paradoja como herramienta fundamental. Lo que se nos revela en el cuadro, por contraste o por contradicción, no solo es el objeto, sino también su representación, el cuadro mismo. Cuando la pintura se limita a reproducir la realidad, el cuadro desaparece y solo reaparece cuando el pintor saca las cosas de quicio: la pintura solo se hace visible mediante la paradoja, mediante lo inesperado, lo increíble, lo singular.

Para lograr este objetivo, Magritte utiliza los recursos clásicos de la metapintura, de la representación de la representación – el cuadro dentro del cuadro, la ventana, el espejo, la figura de espaldas… – que en su obra se convierten en trampas. La exposición analiza esos recursos metapictóricos que serán el hilo conductor de los distintos capítulos y del recorrido, empezando por ‘Los poderes del mago’, con algunos autorretratos en los que explora la figura del artista y los superpoderes que se le atribuyen; continúa con ‘Imagen y palabra’, centrado en la introducción de la escritura en la pintura y en los conflictos generados entre signos textuales y figurativos; el tercer capítulo se dedica a ‘Figura y fondo’, donde examina las posibilidades paradójicas engendradas por la inversión de figura y fondo, silueta y hueco; ‘Cuadro y ventana’ estudia el cuadro dentro del cuadro, el motivo metapictórico más frecuente, mientras que ‘Rostro y máscara’ se ocupa de la supresión del rostro en la figura humana, uno de los rasgos más recurrentes en Magritte. Los dos capítulos finales tratan de procesos de metamorfosis contrapuestos: el ‘Mimetismo’ y ‘Megalomanía’; en el primero se aborda su fascinación por el mimetismo animal, que el pintor traslada a objetos y cuerpos que se enmascaran en su entorno, incluso disolviéndose en el espacio, y en el segundo se presenta el recurso del cambio de escala como movimiento antimimético, que extrae el objeto o cuerpo de su entorno habitual, proyectándolo fuera de todo contexto.

  1. Los poderes del mago

Este espacio reúne tres de los cuatro autorretratos conocidos de Magritte, en los que explora las posibilidades del artista como mago al tiempo que sugiere una actitud irónica hacia los mitos relacionados con el genio creador. Magritte no estaba interesado en describir su fisonomía ni en contar su vida a través de estas obras. Sus autorretratos son pretextos para introducir en el cuadro la figura del artista y el proceso de creación.

En Tentativa de lo imposible (1928), Magritte está pintando a una mujer desnuda; él es real y ella solo un producto de su imaginación, suspendida entre la existencia y la nada. Es una versión del mito de Pigmalión, de la creación artística identificada con el deseo, del poder de la imaginación para producir la realidad. Por su parte, en La lámpara filosófica (1936) se produce el encuentro entre dos elementos fetiche del pintor, ambos dotados de simbolismo sexual: la nariz y la pipa, y en El mago (1951) el pintor aparece utilizando sus superpoderes para alimentarse. Un conjunto de autorretratos fotográficos completa este primer capítulo de la exposición.

  1.  Imagen y palabra

Las palabras eran un recurso habitual en las pinturas y collages cubistas, futuristas, dadaístas y surrealistas. Magritte las incorpora a su obra durante su estancia en París, entre septiembre de 1927 y julio de 1930, en la que estuvo en estrecho contacto con el grupo surrealista parisiense. En esos años crea sus tableaux-mots, unos cuadros en los que las palabras se combinan con imágenes figurativas o con formas semi abstractas, en un primer momento, o aparecen solas, encerradas en marcos y siluetas, entre 1928 y 1929, y casi siempre utilizando una caligrafía escolar.

En las primeras, imagen y palabras rara vez concuerdan entre sí, provocando el desconcierto y la reflexión del espectador. Lo importante en estas obras no es el objeto designado, sino la apariencia de contradicción entre lo que muestra la imagen y lo que dice el texto. Las palabras desmienten a la imagen y la imagen desmiente a las palabras, estableciendo una separación entre el objeto y su representación. Su paradoja suprema es negar que exista paradoja alguna. Cuando las palabras sustituyen a la imagen y se convierten en protagonistas exclusivas, aparecen casi siempre en un contorno curvilíneo similar a los bocadillos de los cómics. La escritura regresará a su pintura a partir de 1931, en réplicas o variantes de estos cuadros y solo raramente en nuevas invenciones.

  1. Figura y fondo

La producción de collages papiers collés no ocupa un gran espacio en el conjunto de la obra de Magritte, aunque su influencia está por todas partes en su pintura y, en consecuencia, a lo largo de toda la exposición. El primer paso del collage es el de recortar, y el recorte genera una gran parte de las imágenes de Magritte, creando un mundo tabicado, estratificado, compartimentado, planos que en parte ocultan y en parte revelan otros planos que hay más allá.

Entre los años 1926 y 1931 la influencia del collage se intensifica. Sus cuadros se llenan de planos horadados o rasgados, de siluetas que simulan papel recortado y se erigen verticales como decorados de un teatro. En 1927 empieza a evocar el juego infantil de doblar y recortar papeles para crear mantelitos con motivos geométricos y simétricos multiplicados; el resultado es una especie de celosía, uno de esos elementos tan característicos suyos que ocultan y revelan al mismo tiempo.

Otro recurso frecuente es el de la inversión de figura y fondo, convirtiendo los cuerpos sólidos en huecos, en agujeros a través de los cuales aparece un paisaje o una zona que se rellena con algo, como aire, agua o vegetación. El contorno pertenece al objeto, no al fondo, y conserva la presencia fantasmagórica del objeto. Este juego de inversión de figura y fondo le servirá para desarrollar su exploración del mimetismo, que protagoniza otro capítulo de esta exposición.

  1. Cuadro y ventana

Coloqué ante una ventana vista desde el interior de una habitación un cuadro que representaba exactamente la parte del paisaje ocultada por ese cuadro. Así pues, el árbol representado en ese cuadro tapaba el árbol ubicado detrás de él, fuera de la habitación. Para el espectador, el árbol estaba en el cuadro dentro de la habitación y a la vez, por el pensamiento, en el exterior, en el paisaje real. Así es como vemos el mundo; lo vemos fuera de nosotros y, sin embargo, solo tenemos una representación de él en nosotros.

El cuadro dentro del cuadro es un tema iconográfico que, ya en los maestros antiguos, adopta a veces un aspecto ambiguo. Heredero de los juegos del trompe l’oeil, en la obra de Magritte acaba convirtiéndose siempre en una trampa y termina desembocando en la desaparición del cuadro. El artista asume literalmente la metáfora clásica que equipara el cuadro a una ventana y la lleva hasta el extremo: si el cuadro es una ventana, el cuadro perfecto sería completamente transparente, es decir, invisible. La perfección del cuadro consiste en desvanecerse; Magritte llega al borde mismo de esa consumación y se detiene ahí. Pero no busca una ausencia súbita y definitiva, sino una desaparición gradual y que nos deje siempre dudando sobre si de verdad estamos viendo lo que creemos ver.

La exposición reúne magníficos ejemplos, como Los paseos de Euclides (1955). Magritte crea una serie de marcos animados, uno dentro del otro: el borde de la tela, la ventana, las cortinas. Así se aleja de la realidad varios grados. Y el cuadro pierde sus privilegios; es solo uno entre varios dispositivos enmarcantes. En La llave de los campos (1936), una obra fundamental que forma parte de la colección permanente del Museo Thyssen, el cuadro desaparece o, mejor, transfiere sus poderes a la ventana, cuyo cristal deja de ser transparente para revelarse misteriosamente como una superficie pintada. El cuadro desaparece, pero retorna en los fragmentos de cristal.

  1.  Rostro y máscara

Desde su aparición en 1926-1927, la figura de espaldas recorre toda la obra de Magritte y acompaña los misterios más variados; con su rostro oculto, es el perfecto testigo mudo del enigma. La figura de espaldas se remonta a la pintura tardomedieval, pero solo adquiere su valor cuando Friedrich la convierte en protagonista de sus paisajes. A finales del XIX, Arnold Böcklin retomó este motivo romántico como expresión de anhelo y melancolía; de él lo heredó Giorgio de Chirico y de éste, a su vez, Magritte.

La figura de espaldas nos muestra el paisaje, nos enseña a contemplarlo, nos introduce en él. Su mirada dirige nuestros ojos hacia el horizonte e impulsa la profundidad perspectiva, pero el cuerpo de la figura nos oculta esa mirada. La figura de espaldas dispara en el espectador la conciencia del acto de mirar. Eleva al cuadrado el hecho de la contemplación. El espectador pasa a admirar, no ya el paisaje, sino la acción de ese espectador incluido dentro del cuadro.

También hay en Magritte una simetría recurrente por la cual a una figura de espaldas le acompaña otra figura de frente con el rostro tapado; dos maneras complementarias de ocultar el rostro. Una forma frecuente de hacerlo es cubriendo con un paño blanco la cabeza y, a veces, la figura entera. La cabeza cubierta se ha relacionado con la fascinación temprana de Magritte por Fantômas, héroe de una serie de novelas populares enmascarado con una media en la cabeza y cuya identidad nunca se revela, pero también con un suceso de su infancia: el suicidio de su madre arrojándose al agua; al ser rescatado su cuerpo tenía la cabeza cubierta por el camisón.

Los ataúdes de la serie Perspectivas pueden verse igualmente como una variante de la cabeza cubierta. En estas obras, el pintor elige algunos iconos del retrato burgués para boicotearlos con su humor negro. El título ‘Perspectivas’ encajaría con el don de la clarividencia del pintor, capaz de ver a los retratados en su estado futuro. Son vanitas paródicas, memento mori burlones que se mofan de la muerte y de la inmortalidad de los grandes iconos de la pintura.

La pareidolia -la lectura de los rasgos faciales en los objetos inanimados, como sustitutos más o menos aproximados del rostro humano- es el recurso utilizado por Magritte en Sheherezade (1950) y en la serie de desnudos enmarcados por la cabellera.

  1.  Mimetismo

“(…) he encontrado una posibilidad nueva que tienen las cosas, la de convertirse gradualmente en otra cosa, un objeto se funde en otro objeto distinto de sí mismo. (…) Por este medio obtengo cuadros en los que la mirada ‘debe pensar’ de una manera completamente distinta de lo habitual (…)”

Descubrimiento (1927) fue el inicio en Magritte del método de las metamorfosis que, más tarde, especialmente después de la guerra, se convertiría en el camino más frecuentado por el pintor. En este cuadro, la metamorfosis mimética parece surgir del cuerpo, pero en otros, el mimetismo procede del exterior, del espacio circundante. La disolución de un cuerpo en el aire es también el objeto de El futuro de las estatuas (1932), un vaciado de la máscara funeraria de Napoleón camuflada con cielo azul y nubes blancas. Igual que la muerte disuelve el ego, la pintura disuelve el volumen de la escayola en el azul del cielo. Estas obras anuncian una importante serie que comienza en 1934 con La magia negra, en las que el cuerpo desnudo de la mujer no se desvanece, conserva su forma, sus contornos, y solo cambia su color. El cuerpo se ha vuelto camaleónico, y se encuentra a medio camino entre dos mundos, entre la carne y el aire, entre la tierra y el cielo.

En alguno de mis cuadros, el color aparece como un elemento del pensamiento. Por ejemplo, un pensamiento que consiste en un cuerpo de mujer que tiene el mismo color que un cielo azul.”

Magritte mostró un interés especial por las aves, en las que se despliega toda una variedad de metamorfosis miméticas, transformándose el pájaro en cielo, como en El regreso (1940). Pero también un barco puede volverse mar, como en las cuatro versiones de El seductor que realizó entre 1950 y 1953, en las que un buque apenas visible aparece relleno del color y la textura de las olas. Magritte habla de ello como si fueran los elementos los que imitan a los seres. El agua imita al velero, el aire imita al ave, o mejor, el agua sueña un barco que se camufle de agua, el cielo sueña una paloma que se vista de cielo. La paradoja del mimetismo magrittiano es que la sumisión de la figura a su medio puede hacerla más visible, pero visible en su ausencia.

El mimetismo en Magritte se revela también como una consecuencia de su trabajo con la inversión figura-fondo. El animal o el objeto mimético pasa de ser figura a ser fondo, o se entreteje de tal modo con el fondo que se vuelven inextricables, como en La firma en blanco (1965), donde la amazona y su caballo se enredan con los árboles como lo visible se entrevera con lo invisible:

Cuando alguien pasa a caballo en un bosque, primero los ves (al jinete y al caballo), luego no los ves, pero sabes que están ahí. (…) Nuestro pensamiento engloba lo visible tanto como lo invisible.”

  1.  Megalomanía

Yo mostraba en mis cuadros unos objetos situados allí donde no se los encuentra jamás. (…) Dada mi voluntad de hacer aullar a los objetos más familiares, estos debían ser dispuestos en un nuevo orden y adquirir un sentido perturbador.

El movimiento opuesto al mimetismo, a la tendencia de un organismo a someterse a su medio y disolverse en él, es la megalomanía, que tiende a emancipar un cuerpo u objeto respecto de su entorno. En Magritte, la megalomanía se convierte en un cambio de escala mediante la que extrae un objeto o cuerpo de su contexto habitual y lo sitúa fuera de lugar. Si en el mimetismo el cuerpo era devorado por el espacio, en la megalomanía, en cambio, el cuerpo devora el espacio circundante.

El elemento agigantado en sus cuadros puede ser un objeto natural – una manzana, una roca, una rosa… -, y con forma redondeada, en contraste con el espacio cúbico y artificial en que está encerrado. Un experto en este recurso fue Lewis Carroll, muy admirado por Magritte y reconocido por André Breton entre los precursores del surrealismo. El caso más evidente de inspiración tomada de la Alicia de Carroll en la obra de Magritte es la serie de pinturas Delirios de grandeza, que tienen como motivo central un torso escultórico femenino dividido en tres partes huecas, cada una encajada en la siguiente, como en las muñecas rusas o a modo de telescopio.

Cuando la megalomanía se verifica en el exterior, cobra la forma de una ascensión. Agigantamiento y levitación producen el mismo efecto de sacar al objeto o al personaje de su medio y proyectarlo en uno nuevo y neutro, y aparecen más visibles que nunca. Como los cascabeles que se vuelven gigantescos y se elevan como grandes globos, planetas o naves extraterrestres, o los hombres con bombín que conversan en el aire, o la roca, convertida en motivo principal de varias pinturas tardías.

« Al pensar que la piedra debería caer, el espectador tiene una sensación más fuerte de lo que es una piedra de la que tendría si la piedra estuviera en el suelo. La identidad de la piedra se vuelve mucho más visible. Además, si la piedra descansara en el suelo, uno no se percataría del cuadro en absoluto.

La esencia de un objeto se revela cuando lo ponemos en una situación insólita o, mejor aún, en una situación incompatible con su tendencia natural.”

RENÉ MAGRITTE. FOTOGRAFÍAS Y PELÍCULAS

La exposición La máquina Magritte se completa con una instalación, en el balcón-mirador de la primera planta del museo, de una selección de fotografías y películas caseras realizadas por el pintor. Magritte nunca se consideró fotógrafo, pero sintió una indudable atracción por el cine y la fotografía en su vida cotidiana.

Descubiertas a mediados de la década de 1970, estas fotografías familiares y de sus amigos surrealistas, algunos autorretratos e instantáneas de cuadros en los que estaba trabajando, así como cintas de cine doméstico, forman una especie de álbum de familia, con brillantes imágenes impregnadas por el particular espíritu de Magritte.

René Magritte. Fotografías y películas es una selección de piezas de la exposición The Revealing Image, comisariada por Xavier Canonne, director del Musée de la Photographie de Charleroi. Es de acceso gratuito.

FICHA DE LA EXPOSICIÓN

Título:

La máquina Magritte.

Organizador:

Museo Nacional Thyssen-Bornemisza en colaboración con la Fundación “la Caixa”.

Patrocinador:

Comunidad de Madrid.

Sedes y fechas:

Madrid, Museo Nacional Thyssen-Bornemisza, del 14 de septiembre de 2021 al 30 de enero de 2022. Barcelona, Caixaforum, del 24 de febrero al 5 de junio de 2022.

Comisario:

Guillermo Solana, director artístico del Museo Nacional Thyssen-Bornemisza.

Comisaria técnica:

Paula Luengo, responsable del Área de Exposiciones del Museo Nacional Thyssen-Bornemisza.

Número de obras:

96

Publicaciones:

Catálogo con ensayo de Guillermo Solana y biografía de Paula Luengo. Publicación digital del Área de Educación del Museo Nacional Thyssen-Bornemisza.

INFORMACIÓN PARA EL VISITANTE

Dirección:

Paseo del Prado, 8. 28014, Madrid. Salas de exposiciones temporales, planta baja.

Horario:

De martes a viernes y domingos, de 10 a 19 horas; sábados, de 10 a 21 horas.

Tarifas:

Entrada única: Colección permanente y exposiciones temporales.

–  General: 13 euros.

– Reducida: 9 euros para mayores de 65 años, pensionistas y estudiantes previa acreditación.

Grupos (a partir de 7): 11 euros.

– Gratuita: menores de 18 años, ciudadanos en situación legal de desempleo, personas con discapacidad, familias numerosas, personal docente en activo y titulares del Carné Joven y Carné Joven Europeo.

Venta anticipada de entradas:

Taquillas, web del museo y 91 791 13 70.

Audioguías:

Disponibles en varios idiomas.

Un gran abrazo desde nuestra querida y culta España,

Félix José Hernández.

Amar Kanwar en el Museo Nacional Thyssen-Bornemisza

Cartas a Ofelia / Crónicas hispanas

kangar
Imagen: Amar Kanwar. La escena del crimen (2011), fotograma. Colección Thyssen-Bornemisza Art Contemporary.

Cartas a Ofelia / Madrid, 1 de abril de 2019.

Querida Ofelia:

El Museo Nacional Thyssen-Bornemisza y Thyssen-Bornemisza Art Contemporary (TBA21) presentan dos de las principales videoinstalaciones de Amar Kanwar, artista y cineasta indio cuya obra se caracteriza por recopilar testimonios de las poblaciones más vulnerables de su país. Los dos proyectos, El bosque soberano y Testimonios relámpago, encargados y producidos por TBA21, exploran nociones de justicia y la forma en que esta se aplica a las acciones individuales, a las leyes y a las políticas públicas, temas especialmente relevantes en el contexto actual de noticias falsas y narraciones inventadas.

Comisariada por Chus Martínez, la exposición se abre al público el 27 de febrero de 2019, coincidiendo con ARCO Madrid. Se trata dela segunda colaboración entre el museo y TBA21, fundación creada por Francesca Thyssen-Bornemisza, hija del barón Hans Heinrich Thyssen-Bornemisza, para presentar piezas de su colección de arte contemporáneo en Madrid, en una serie de exposiciones que continuará durante los próximos años.

Esta colaboración refleja la voluntad de diálogo entre dos colecciones y dos lenguajes formales y artísticos distintos, pero parejos en su interés por entender que el arte y los artistas de todas las épocas ansían comprender la relación entre experiencia e imagen para dar forma al pensamiento y sentir de cada época.

La presentación de las obras de Amar Kanwar consolida un ciclo que invita al visitante a concentrarse en trabajos escogidos para familiarizarlo con modos de hacer y con preguntas fundamentales en nuestro tiempo, como por ejemplo la justicia, como una virtud que motiva la acción humana y que inspira la relación con los otros y con la naturaleza. Las dos instalaciones aluden directamente a cómo la ausencia de un sentido de justicia tiene efectos devastadores en las comunidades y en la naturaleza, creando un sentido de desamparo del que su obra se hace eco.

Amar Kanwar es un artista y cineasta indio residente en Nueva Delhi que aborda en sus documentales y videoinstalaciones temas relacionados con los derechos humanos, como el nacionalismo, la política, la justicia, el poder, la violencia y los abusos sexuales en su país. Sus películas son complejas narrativas que conectan historias personales con procesos sociales y políticos más amplios, vinculando leyendas y objetos rituales con símbolos y acontecimientos actuales. Ha presentado exposiciones individuales en Tate Modern (Londres), Stedelijk Museum (Ámsterdam) y Haus der Kunst (Múnich), entre otros lugares, y ha participado en Documenta (Kassel)en 2002, 2007,2012 y 2017.

El bosque soberano

Iniciado en 2011 y todavía en desarrollo, El bosque soberano es un proyecto de investigación que surge del conflicto en Odisha, una región agrícola en el este de India, entre comunidades locales, gobierno y grandes empresas por el control de las tierras de cultivo, los bosques, los ríos y los minerales, lo que ha provocado el desplazamiento forzoso de comunidades indígenas, granjeros y pescadores y ha generado un clima de violencia. Presentado como un archivo de películas, libros, fotografías y documentos, la instalación proporciona distintas formas de acercarse a los problemas sociales, morales, económicos y políticos de Odisha, similares a los que todavía hoy se enfrentan muchas comunidades en todo el mundo.

Durante más de diez años, Kanwar ha estado filmando las intervenciones industriales que han destruido grandes extensiones de terreno en este estado indio, un proceso que comenzó en la década de 1990con la connivencia del gobierno, eliminando restricciones burocráticas y legales.

Para responder a esta situación, surgieron grupos locales de resistencia formados por campesinos, pescadores e indígenas que, impulsados por líderes locales independientes, y a veces apoyados por activistas urbanos, compartieron su experiencia para activar un discurso local sobre desarrollo, industrialización y rehabilitación. A pesar de ser en un principio grupos de carácter no violento, han tenido que enfrentarse a la represión policial y a la violencia de las mafias locales, contratadas por políticos o empresarios. Ejemplos de todo esto son los movimientos contra las compañías que extraen aluminio y bauxita en Kashipur, contra la adquisición de terrenos por la empresa coreana de acero POSCO y contra el grupo industrial TATA en Kalinganagar.

Concebido por Amar Kanwar en colaboración con el activista Sudhir Pattnaik y el diseñador y realizador de documentales Sherna Dastur, El bosque soberano se presentó en 2012 en Bhubaneswar, la capital de Odisha, y muchos visitantes se animaron a compartir sus ideas y experiencias, aportando en ocasiones nuevas pruebas, con lo que ya entonces la instalación comenzó a crecer. Después se presentó en otros espacios, como en el Museo de Historia Natural de Kassel (Alemania) como parte de Documenta 13; en el almacén del recinto de una mansión colonial en ruinas, en la Bienal de Kochi-Muziris (Kerala, India); en el edificio de un banco antes de ser demolido, en la Bienal de Sharjah (Emiratos Árabes Unidos); en el Parque de Esculturas de Yorkshire (Inglaterra), y en TBA21–Augarten, en Viena (Austria).

El recorrido de la exposición comienza con la parte central de El bosque soberano, La escena del crimen(2011), un vídeo mono canal de 42 minutos que presenta los impresionantes paisajes de Odisha antes de su destrucción ,a través de unas imágenes capturadas con sensibilidad poética y precisión íntima que permiten explorar su belleza a la vez que invitan a la reflexión: un pescador que arroja su red al anochecer, animado por el canto de los pájaros y los insectos, el estuario que fluye ondulante hacia el mar y el juego de las hierbas altas y el arroz en sus variados tonos de verde. Casi todas las escenas de esta película muestran territorios que ya han sido recalificados como áreas industriales y están inmersos en procesos de compra por parte del gobierno y otras corporaciones.

El paisaje natural se presenta como la escena de un crimen: cada lugar, cada brizna de hierba, cada manantial y cada árbol pertenece a un terreno adquirido y su destino es desaparecer. A través de esas imágenes y del intenso ritmo meditativo de la edición, Kanwar explora el significado de la pérdida y la muerte.

En una sala adyacente, se sitúa la segunda parte de la instalación, La sala de las semillas, que contiene pequeñas películas proyectadas sobre libros de papel artesanal, y una pared de semillas autóctonas de Odisha. Como explica Kanwar, cuando el agricultor Natabar Sarangi comenzó a cultivar arroz, se dio cuenta de que en Odisha se utilizaban muy pocas variedades, aunque él recordaba que en su infancia había formas, gustos y cualidades naturales muy diferentes. Para preservar este rico legado y devolverlo a los ciclos naturales de cultivo, Sarangi se dispuso a recoger, cultivar, cosechar, propagar y archivar semillas. En esta sala, diseñada con Sherna Dastur y adaptada a medida que viaja, se presentan 272 especies de semillas de arroz en contenedores individuales hechos a mano. Procedentes de “la escena del crimen” y bajo una constante amenaza de desaparición, constituyen un extenso sistema de conocimiento que se ha compartido y desarrollado durante décadas.

En cada una de las paredes externas de la sala se muestran tres grandes libros hechos también a mano por Dastur que invitan a los visitantes a hojearlos y se acompañan de proyecciones sobre sus páginas y de historias escritas por Kanwar, además de elementos que sirven de prueba y evidencia en relación con los problemas que se denuncian:

-Las Hermanas Contadoras y otras historias (2011) presenta una fascinante colección de relatos escritos por Kanwarasí como rastros de evidencias incrustados en el papel, como una red de pesca, una prenda de tela, semillas de arroz, una hoja de betel y un periódico. Junto al texto serigrafiado hay una proyección de una segunda versión de la película La escena del crimen

.-La predicción (1991–2012) contiene ficción, hechos reales, documentos legales, declaraciones personales y fotografías, y narra los acontecimientos que llevaron al asesinato del líder sindical Shankar Guha Niyogi en 1991, que predijo su propio asesinato y grabó una declaración personal en la que identificaba a los conspiradores así como las posibles razones de su muerte. El libro también relata el juicio por su asesinato, a través de documentación legal y folletos sindicales. El vídeo que se proyecta sobre el volumen fue filmado por Kanwar un día después del asesinato de Niyogi en la ciudad de Dalli Rajhara, en Chhattisgarh.

-La Constitución (2012) es un libro sobre el conocimiento que no está escrito y que casi no incorpora palabras excepto por los títulos de los capítulos. Las páginas, hechas a mano, tienen hilos que forman una sucesión de escrituras únicas y el conjunto se puede apreciar a través del tacto del papel, las texturas, la transparencia, la luz y la película proyectada en las páginas.

Acompañando a las semillas, se presentan tres pequeños libros que recopilan textos y fotografías que Kanwar reunió en el proceso de creación de El bosque soberano y que relatan los actos de resistencia, no solo contra las vulneraciones políticas y empresariales, sino también contra el olvido de los muertos y desaparecidos:

-El libro de las semillas (2012) presenta imágenes de Natabar Sarangi en sus campos de arroz, trabajando con las semillas, y del archivo que ha creado con las propiedades y usos específicos de cada una de ellas.

-En memoria de (2012) busca preservar la memoria de los agricultores que se han quitado la vida en los últimos años en Odisha porque no pudieron resistir las presiones de la industria.

-La manifestación tumbada (2012) rinde homenaje a los fotógrafos locales, cuyo trabajo ha permitido documentar y denunciar hechos en la región. El libro revela imágenes de una manifestación realizada en Odisha en 2001 contra la adquisición forzosa de tierras para la compañía coreana de acero POSCO y el gobierno.

Testimonios relámpago

La última sala se dedica al segundo proyecto presentado en la exposición, Testimonios relámpago, una video instalación envolvente de ocho canales que recoge el testimonio de varias mujeres sobre la violencia sexual y los secuestros en India. Con un complejo montaje de relatos simultáneos, incluye historias como el secuestro masivo y la violación de mujeres durante la partición de India, en 1947 ,o las protestas contra las agresiones sexuales en Manipur, en 2004. El artista explora las situaciones en las que los episodios de violencia sexual se suman a los conflictos sociales y políticos en India, con la intención de acabar con el silencio que cubre las agresiones a las mujeres, tanto en el ámbito público como en el privado. Cada proyección de la instalación presenta a una mujer diferente que relata los episodios traumáticos que ha sufrido, y alterna varios niveles de narración a través de personas, imágenes y recuerdos, o a través de objetos de la naturaleza y de la vida cotidiana, que son testigos silenciosos de los ataques.

Con voces en off y comentarios en primera persona, Kanwar se posiciona en el conflicto, introduciendo una presencia empática y apasionada en el debate. Junto a las biografías y relatos personales que el artista ha recopilado en sus viajes por India y Bangladesh, también hay espacio para canciones, representaciones teatrales e imágenes poéticas, llevando al espectador más allá del sufrimiento para mostrarle un lugar de contemplación, donde la capacidad para sobreponerse crea el potencial de transformación en un mundo marcado por la lucha continua por los derechos y la dignidad de las mujeres. Este trabajo de Kanwar fue coproducido por TBA21 y Public Press y se estrenó en Documenta 12, en 2007.

Sobre la exposición

“Francesca es una coleccionista comprometida desde siempre con los artistas, con su proceso de creación y también con las grandes causas sociales que ellos defienden”, sostiene Guillermo Solana, director artístico del Museo Thyssen. “La colaboración con TBA21 nos permite establecer un diálogo entre el arte histórico y el arte contemporáneo, descubriendo al público las afinidades y conexiones entre distintas generaciones de coleccionistas de la misma familia”, añade.

«Tanto El bosque soberano como Testimonios relámpago son tan conmovedores como oportunos, dando voz a quienes no la tienen y buscando justicia donde es difícil encontrarla”, explica la comisaria Chus Martínez. “En las obras de Kanwar, la justicia es una virtud, un rasgo que define las relaciones que somos capaces de establecer con todo lo que nos rodea y, a la vez, la justicia es un deber que nos aboca constantemente a la protección de la vida”

Sobre Thyssen-Bornemisza Art Contemporary (TBA21)

Fundada por Francesca Thyssen-Bornemisza, TBA21 es a la vez impulsora y colaboradora en la creación de obras fundamentales de artistas emergentes y consagrados de todo el mundo. La fundación sin ánimo de lucro se distingue por su compromiso con obras de temática social sobre cuestiones socio-políticas y medioambientales urgentes y persigue nuevas líneas de investigación en todas las disciplinas. TBA21 parte de la larga tradición de patrocinio artístico en varias generaciones de la familia Thyssen. El padre de Francesca Thyssen-Bornemisza, el barón Hans Heinrich Thyssen-Bornemisza, es el fundador del Museo Nacional Thyssen-Bornemisza, al que contribuyeron los herederos del difunto barón.

FICHA DE LA EXPOSICIÓN

Título: Amar Kanwar

Organizador: Thyssen-Bornemisza Art Contemporary (TBA21)y Museo Nacional Thyssen-Bornemisza

Colaboran: Fundación Ecolec y Signus

Sede y fechas: Madrid, Museo Nacional Thyssen-Bornemisza, del 27 de febrero al 19 de mayo de 2019

Comisaria: Chus Martínez

Coordinadora: Leticia de Cos, Área de Exposiciones del Museo Thyssen-Bornemisza.

Número de obras:2 proyectos formados por 1 videoinstalación monocanal, 1 videoinstalación de 8 canales, proyecciones y otros elementos

INFORMACIÓN PARA EL VISITANTE

Dirección: Museo Nacional Thyssen-Bornemisza. Paseo del Prado, 8. 28014, Madrid. Salas de exposiciones Moneo, planta -1.

Horario: De martes a viernes y domingos, de 10 a 19 horas; sábados, de 10 a 21 horas.

Entrada única: Colección permanente y exposiciones temporales:

-Entrada general: 13 €

-Entrada reducida: 9 € para mayores de 65 años, pensionistas y estudiantes previa acreditación.

-Entrada gratuita: menores de 18 años, ciudadanos en situación legal de desempleo, personas con discapacidad, familias numerosas y personal docente en activo.

Venta anticipada en taquillas, en la web del Museo y en el 91 791 13 70.

Con gran cariño y simpatía desde nuestra querida y culta España,

Félix José Hernández.

Balthus en el Museo Nacional Thyssen-Bornemisza

Cartas a Ofelia / Crónicas hispanas

lacallebaltus

Cubamatinal / Madrid, 17 de febrero de 2019.

Querida Ofelia:

El Museo Nacional Thyssen-Bornemisza presenta en sus salas una exposición retrospectiva del artista francés Balthasar Klossowski de Rola (1908-2001), conocido como Balthus, organizada conjuntamente con la Fondation Beyeler en Riehen/Basilea, donde ha podido visitarse hasta enero de 2019, y con el generoso apoyo de la familia del pintor.

Considerado uno de los grandes maestros del arte del siglo XX, Balthus es sin duda también uno de los pintores más singulares de su tiempo. Su obra, diversa y ambigua y tan admirada como rechazada, siguió un camino virtualmente contrario al desarrollo de las vanguardias. El propio artista señaló explícitamente algunas de sus influencias en la tradición histórico-artística, de Piero della Francesca a Caravaggio, Poussin, Géricault o Courbet.

En un análisis más detenido, se observan también referencias a movimientos más modernos, como la Nueva Objetividad, así como de los recursos de las ilustraciones populares de libros infantiles del siglo XIX, como Alicia en el País de las Maravillas.

En su desapego de la modernidad, que podría calificarse de ‘posmoderno’, Balthus desarrolló un estilo figurativo personal y único, alejado de cualquier etiqueta. Su particular lenguaje pictórico, de formas contundentes y contornos muy delimitados, combina los procedimientos de los maestros antiguos con determinados aspectos del surrealismo, y sus imágenes encarnan una gran cantidad de contradicciones, mezclando tranquilidad con tensión extrema, sueño y misterio con realidad, o erotismo con inocencia.

En sus escenas urbanas y en sus interiores, pero también en sus paisajes y naturalezas muertas, el espacio pictórico se convierte en escenográfico, invitando al espectador a formar parte de él, mientras que el tiempo parece detenerse.

La exposición, primera monográfica que se presenta en España en más de veinte años, reúne 47 obras, en su mayoría pinturas de gran formato, que cubren todas las etapas de su carrera desde la década de 1920. La selección incluye algunas de sus obras más importantes como La calle(1933), que se verá en España por primera vez, La toilette de Cathy(1933), Los hermanos Blanchard(1937), Los buenos tiempos (1944-1946), Thérèse y Thérèse soñando, ambas de 1938 y magníficos ejemplos de sus polémicos retratos de jóvenes adolescentes, y La partida de naipes(1948-1950), del propio Museo Thyssen y la única obra maestra de Balthus en nuestro país; recientemente restaurada, la última sala del recorrido se dedica a presentar el resultado de su estudio técnico y del trabajo realizado por el equipo de restauración del museo.

Por la importancia y por el número de sus préstamos cabe destacar al MoMA y al Metropolitan Museum de Nueva York, al Centre Pompidou de París, y al Hirshhorn Museum and Sculpture Garden de Washington, entre otras instituciones y colecciones privadas.

Balthus (París, 1908 -Rossinière, 2001)

Hijo del historiador del arte y pintor Erich Klossowski y de la también artista Elisabeth Dorothea Spiro, conocida como Baladine, Balthus (Balthasar) nació en París en 1908 y creció en el ambiente intelectual y artístico de la ciudad, donde se habían instalado sus padres unos años antes. Debido a los orígenes germanos de la familia, durante la Primera Guerra Mundial tuvieron que refugiarse en Berlín y en Suiza.

Tras la guerra, sus padres se separan y Baladine se convirtió en Merline, musa y compañera de Rainer Maria Rilke. Balthus y su hermano mayor, Pierre, se trasladan a vivir a Ginebra con ella y el poeta acabó ocupando el lugar de su progenitor y se convirtió en su principal mentor.

En 1920 Rilke publicó una colección de dibujos a la tinta del joven artista en el libro Mitsou: quarante images par Balthus; a partir de entonces, su apodo familiar se convertiría en su nombre artístico. Balthus regresó en 1924 a París para dedicarse a pintar. Aunque rechazó cualquier enseñanza artística de ningún otro pintor, Pierre Bonnard, amigo de la familia, le orientó en los comienzos de su carrera, de ahí que se iniciara artísticamente dentro de un estilo postimpresionista. Sin embargo, lo que de verdad le interesaba era el estudio de los grandes maestros de la pintura, como Poussin, que copiaba en el Louvre. En 1926 pasó varios meses en la Toscana, donde se empapó del arte de Piero della Francesca y Masaccio.

Un año después recibe su primer encargo público: la realización de unos frescos para la iglesia de Baetenberg. En la década de 1930 pasa temporadas en Berna y en París, donde hace amistad con André Derain o Alberto Giacometti, entre otros artistas. Su primera exposición individual, en 1934, cosechó una crítica favorable, pero no vendió ninguno de sus cuadros. Para ganarse la vida pintaba retratos de encargo y diseñaba decorados para el teatro y, poco a poco, fue adquiriendo cierta reputación entre la élite parisina. En 1937 se casa en Berna con Antoinette de Watterville, de quien había estado enamorado y que le había rechazado años antes.

En 1936 expone por primera vez en Londres y en 1938 en los Estados Unidos. Cuando estalla la guerra es llamado a filas, pero un año después fue excluido del ejército por motivos de salud. Al final de la década de 1940 su prestigio artístico estaba plenamente consolidado. Separado ya de Antoinette, en los años 1953-1961 trasladó su residencia al Château de Chassy, en Morvan (Borgoña), donde comenzó una etapa dedicada principalmente a las bañistas y al paisaje.

En 1961, su amigo y ministro de Cultura de Francia, André Malraux, le nombra director de la Académie de France en Roma. Dedicado a la renovación del edificio histórico de Villa Médicis, sede de la Academia, que duraría 16 años, ocupa menos tiempo en su trabajo. Sin embargo, en Italia, Balthus empieza a utilizar una técnica que recuerda la de los frescos renacentistas. En 1962, en un viaje a Japón como director de la Academia, conoce a Setsuko Ideta, con quien se casaría unos años después.

En un viaje a Suiza, Balthus y Setsukose enamoran de un edificio del siglo XVIII conocido como el Grand Chalet, en Rossinière, que había sido un hotel desde los tiempos del Grand Tour, alojando a conocidos viajeros y artistas. Tras adquirirlo y renovarlo, el pintor se trasladó allí en 1977, junto a su mujer y sus hijos, hasta el fin de su vida. Murió el 18 de febrero de 2001.

Un pintor a contracorriente

“No tengo ningunas ganas de figurar entre los representantes de las últimas novedades. Simplemente quiero cumplir mi destino como pintor (…)”

“Todos los grandes pintores nos enseñan a ver. Balthus nos lleva a un mundo que es solo suyo. No era surrealista ni realista, ni perteneció a ningún otro ismo. Sus cuadros son radicalmente originales, invenciones únicas e independientes, algo deudoras del pasado pero solo en el sentido de la maestría técnica, para algunos un poco escandalosas en sus temas pero solo como una manera de llamar la atención (como él mismo afirmó en una carta), y al cabo tributarias totalmente de su audaz aparición en nuestro presente”. (Wim Wenders)

La primera exposición individual de Balthus, en 1934, constaba solo de siete lienzos, pero fueron suficientes para convertirse en toda una revelación. Sus imágenes pintadas a la manera tradicional, pero alejadas de las corrientes figurativas de la época, estaban cargadas de implicaciones psicológicas y de misterio.

Balthus buscaba provocar. A primera vista, sus pinturas parecen convencionales, de un clasicismo casi académico, pero no lo son, y subyace en ellas una visión psicológica mucho más compleja. El mundo se presenta como un escenario en el que los sueños se entrelazan con la vida cotidiana. Son imágenes perturbadoras, ambiguas, pueden fascinar o producir rechazo o extrañeza, pero en ningún caso indiferencia.

Sus cuadros narrativos son auténticos dramas psicológicos teatralizados, escenas íntimas o tragedias domésticas que se representan una y otra vez ante la mirada del espectador. La escasa profundidad del espacio pictórico, la paleta restringida y dramática, el exagerado sentimiento de lo clásico, sus figuras sugerentes, llamativas, el erotismo velado o latente, la violencia implícita, el tiempo detenido… todo contribuye a crear esa atmósfera de misterio.

El tiempo de la infancia, el enigma de la realidad.

El sueño de una inocencia mítica e inalcanzable está latente en muchas de sus pinturas, así como una ambigua visión del paso de la niñez a la edad a adulta, sobre todo con respecto a la sexualidad y a la creciente conciencia del propio cuerpo. Balthus consideró “la búsqueda de la infancia, de su encanto y sus secretos” una parte esencial de su trabajo, y el motivo del juego infantil o la inspiración en cuentos populares como Pedro Melenas, de Heinrich Hoffmann, o Alicia en el País de las Maravillas, de Lewis Carroll, como encarnación de un tiempo mágico, evolucionaron hasta convertirse en fuente principal de inspiración y leitmotiv de su pintura.

Las figuras adormiladas, ensimismadas, que esperan ociosas y aparentemente aburridas reclinadas en butacas o sofás y sujetando a veces un espejo o con un libro entre sus manos, remiten igualmente al cuento de Carroll, en el que el punto de partida de la narración es el tedio de la joven protagonista. Una situación que, como en los cuadros de Balthus, es la que da lugar a la revelación y a la creación.

En sus memorias, el artista escribió: “(…) inmovilizarlas en el acto de leer o soñar es prolongar el privilegio de un tiempo entrevisto. El libro, entonces, es una llave que permite abrir el cofre misterioso con perfumes de la infancia. (…) Tiempo espolvoreado de oro, que no ha sufrido la alteración del mundo, tiempo circundado de un lado mágico, tiempo inmovilizado en lo que ven, sonriendo, las soñadoras. Tiempo surreal propiamente dicho y no surrealista.”

Balthus era conocido por trabajar despacio y durante mucho tiempo en cada una de sus pinturas, y tenía empezadas varias al mismo tiempo. La pintura era para él un arte de la paciencia, una larga historia con el lienzo, un compromiso con él. La paciencia se revela como condición fundamental de la concepción artística de Balthus y orientó su trabajo hacia la forma de pintar de los viejos maestros, que exigía tiempo y que representó para él un ideal, en contraposición a la concepción moderna del tiempo, caracterizada por la velocidad y la aceleración: “Arte de la lentitud, en la que sin embargo la obra avanza”.

FICHA DE LA EXPOSICIÓN

Título: Balthus

Organizador: Museo Nacional Thyssen-Bornemisza en colaboración con la Fondation Beyeler en Riehen/Basilea.
Con la colaboración de la Comunidad de Madrid

Sede y fechas: Basilea, Fondation Beyeler en Riehen, del 2 de septiembre al 1 de enero de 2019; Madrid, Museo Nacional Thyssen-Bornemisza, del 19 de febrero al 26 de mayo de 2019.

Comisarios: Raphaël Bouvier, con el apoyo de Michiko Kono y Juan Ángel López-Manzanares

Comisaria técnica: Leticia de Cos, Área de Exposiciones del Museo Thyssen-Bornemisza.

Número de obras: 47

Publicaciones: Catálogo, edición en español e inglés; Guía didáctica y publicación digital en la app gratuita Quiosco Thyssen para tabletas y smartphones, en español e inglés.

Dirección: Museo Nacional Thyssen-Bornemisza. Paseo del Prado, 8. 28014, Madrid. Salas de exposiciones temporales, planta baja.

Horario: De martes a viernes y domingos, de 10 a 19 horas; sábados, de 10 a 21 horas.

Con gran cariño y simpatía desde nuestra querida y culta Madrid,

Félix José Hernández.